(Joachim & Malik Verlag)
Hay hombres a los que se les debería exigir vivir dos veces, dijo ella. No una vida más larga, sino de otra clase, cuya dimensión no sé precisar, en la que vivieran de otra manera. ¿Un purgatorio, acaso?, intervino su amante. A eso lo llaman también existencia arrepentida, y ya la practica mucha gente. Tal vez, dudó ella, pero tal actitud implica una somera conciencia de la culpa, algo que yo considero insuficiente. No basta con el mero símbolo del perdón, ya sea el que emite la religión o el que inflige el castigo de la ley del Estado, que es a lo que se acogen la mayoría de los individuos canallas, precisó. Ah, tú planteas un tiempo denso en el que vivan atormentados por sus faltas. Que sepan lo que significa sentirse reprobados en lo más profundo de sí ante las conductas malvadas de su pasado, le contestó la otra mujer. Ambas permanecían aún con sus dedos enlazados, como si se sostuvieran ansiosas en el hilo del amor inconcluso, y necesitaran dirigir sus bríos hacia terrenos escabrosos. Ella insistió: ser perdonados o ser castigados nunca les sitúa en la sensación real de todo aquello que han pasado las personas que han recibido mal por su mano. Deberían ser rozados por alguno de los padecimientos que sus víctimas han sufrido, saber del dolor, arrastrarse en una humillación análoga, conocer la desesperanza, quebrarse ante el miedo más hondo. No debería pensar esto, a mí misma me parece espantoso. Tampoco es oportuno que lo diga justo ahora, cuando me siento unida a ti y no a un bárbaro. Su amante la besó en los párpados. Aquella ternura la calmó. Puso una voz tenue en su oído: quien debería desear todo lo que tú has dicho tendría que ser yo. Tengo profundas razones para haber acumulado odio. Aligera tu peso, infinitamente más leve que el mío. Suaviza el malestar por la recóndita traición de ese hombre que ha estado ocultándote su bestia. Al fin y al cabo, yo no tuve tanta suerte. Aliviémonos en una latitud diferente. No permitamos que lo vivido anteriormente cada una de nosotras nos obceque y nos desvíe del disfrute. Se miraron al fondo de sus ojos, ahuyentando el mal, abriéndose a otra vida.