(Théodore Géricault)
22 de diciembre
...un fuerte viento de barlovento, apoyando la tormenta, ha arremetido contra el navío. En principio parecía que dominábamos la embestida; de hecho todos los efectivos de la tripulación se pusieron en guardia para, cada cual desde su puesto, evitar que los palos quebraran y la nave se inclinara peligrosamente hacia estribor. Por mi parte, ajeno al conocimiento de las tareas de marinería, no he sido de utilidad y he permanecido toda la noche recluido bajo cubierta, repasando nerviosamente los mapas imprecisos de los territorios a donde nos dirigimos. Nunca en mi vida, habiendo afrontado aventuras y riesgos de toda laya, me he visto tan agarrotado por el pánico, por lo que considero necesario registrar en mi diario el efecto de estas horas estremecedoras.
23 de diciembre
...el oficial mayor dice que ya es el alba, pero para mí sigue siendo la noche interminable. El oleaje es tan intenso que al menos dos o tres marineros han desaparecido, bien porque no pudieran sujetarse con la maroma o por un fallo en la maniobra. No sé permanecer tranquilo aquí abajo. El movimiento de los objetos me desquicia, apenas puedo desplegar las cartas de navegación que el capitán me ha pedido que revise, ya que su vista es pésima. No entiendo que me pida algo que desconozco, salvo en aquella materia que consiste en revisar las zonas costeras y precisar ciertos rumbos. Sea cual sea lo que yo pueda hacer, tengo la sensación de que estamos vendidos. Mientras no amaine el temporal o salgamos de este vórtice que nos mantiene a su capricho no hay manera de situarse. Avanza el día pero es tan turbia la luz que los hombres están sumamente inquietos. No puedo seguir escribiendo, ni siquiera mi brazo es capaz de permanecer sobre el pupitre y temo se vuelque la tinta. Jamás me había sentido tan rendido a unas circunstancias que me superan y tan inútil para realizar un trabajo eficiente.
24 de diciembre
...parece que hemos salido un poco del ojo de la tormenta, si bien puede tratarse de una situación pasajera. La tripulación está alarmada por los numerosos desperfectos que se van detectando. El capitán y el contramaestre me han pedido que les dibuje con mayor claridad las zonas costeras del sur, pues dicen que por allá los vientos son más suaves y tal vez podamos abrir una nueva ruta. Tengo la impresión de que es una estratagema para infundir confianza entre los hombres, ya que las cartas marinas son las que son y no tenemos otras, y un mapa que yo modifique a ciegas no va a sacarnos del atolladero. Todo el mundo ruega a las fuerzas del cielo que que cambie la dirección del viento y las nubes se alejen definitivamente. El mando me pide un gesto de complicidad y colaboraré aunque solo sea por elevar la moral colectiva. Si el capitán quiere justificarse con un mapa que no será verdadero, en el empeño de que hay que cambiar de rumbo, él sabrá. Estoy desarbolado de pensamientos y rendido al destino, así que no hay nada que perder.
26 de diciembre
...la corriente de agua que ha inundado la bodega no solo ha dañado una parte considerable de las mercancías que transportamos así como de la munición destinada al fortín de Bonnefoi, sino que ha echado a perder bastantes vituallas. Aprovechamos esta calma chicha para tratar de poner a salvo lo que permanece incólume. La tripulación, debilitada por el esfuerzo de los últimos días, está malhumorada al tener que racionar los alimentos. Algunos hombres han enfermado. El capitán no me deja ni a sol ni a sombra, pretendiendo que a través de la cartografía que tengo entre manos obre un milagro. Parece olvidar que el que tiene que tomar decisiones es él. Su experiencia debería hacerle extremar su olfato. La salinidad que llega con el aire no augura un asentamiento de la bonanza y el océano empieza a estar de nuevo picado. Una parte importante del velamen se encuentra rasgada y si el viento se vuelve impetuoso tendremos problemas para avanzar. Estar al pairo si se cierne de nuevo la tempestad no es la mejor solución, comenta la marinería.
27 de diciembre
...imposible escribir dos líneas seguidas. Es tal el grado de turbulencia que azota el navío que la confusión reina por doquier. Aunque los hombres saben estar perfectamente en sus arriesgadas posiciones de nada sirve si el capitán no toma una determinación. La resistencia de sus cuerpos puede resentirse, como así mismo quebrar la envergadura de la embarcación. Sin haber hecho mayores esfuerzos tengo magulladuras por todas partes. Los hombres se ríen de mi queja por lo que llaman males menores y me muestran heridas profundas, costillas partidas, tumoraciones en su piel. En fin, un estado de desgaste generalizado que les vuelve decrépitos. Únicamente palían sus desdichas ingiriendo el alcohol que llevamos como mercancía a bordo.
28 de diciembre
...al fin hemos cambiado el rumbo y, según el capitán, muy al albur. Tal maniobra prometía al principio salir del círculo vicioso en que nos mantenía el océano. Pero o bien hemos retrocedido, capturados de nuevo por un remolino de dimensiones colosales, o la tempestad se extiende mucho más de lo previsto, el caso es que las acometidas son superiores a las que anteriormente hemos sufrido. Cunde la alarma y la tripulación no deja de comentar que la situación va de mal en peor. La nave escora peligrosamente, ora a babor, ora a estribor, y hay momentos en que se encabrita como si no pudiera volver a seguir el ritmo del oleaje. Para evitar la pérdida o el destrozo, he recogido los mapas, mis libros, la escribanía. Oigo más griterío y carreras de lo habitual, aunque no me llegan muy perceptibles, pues el ruido ensordecedor de los elementos se ha adueñado del navío, al que consideran un intruso en su dominio proceloso. Dejo de escribir, puede suceder lo peor.
31 de diciembre o 1 de enero
...no sé con exactitud qué día es. Tampoco en qué parte del océano nos encontramos. He estado sin conocimiento mucho tiempo; el cuerpo, tan dolorido. Moraduras y cortes por todas partes. Crujen mis huesos como si fuera un anciano, tal vez haya alguno dislocado. Tengo una sed que duele. He salido a cubierta, dando tumbos. Llamo al capitán, pero no responde. Tampoco el alférez ni el piloto. Recorro el galeón sin encontrar hombre alguno. La confusión se apodera de mí. No aparece nadie, ni vivo ni muerto. Tampoco están los animales que trasladábamos en la bodega. Me siento contento por haber sobrevivido a la tempestad, pero mi desasosiego va en aumento. Las vías de agua son de escasa entidad y no parecen una amenaza. Me siento en una isla flotante, una especie de tierra de nadie entre el cielo y el mar. O, mejor dicho, entre mi respiración palpable y las ensoñaciones. No sé si servirá para algo que deje constancia de la situación, pero este diario obra como un instinto más de supervivencia. Acaso mi único testigo.
tal vez 4 de enero
...sigo perplejo, sin saber muy bien en qué fecha me encuentro, aunque ¿de qué me serviría saberlo? Me río de esta situación enigmática, sin poder compartir con nadie ni mi perplejidad ni mis ironías. Pienso en la fábula bíblica de Noé llenando el arca de animales y parientes para salvarse. Aquí soy yo el único que resiste a la deriva, en una nave que se ha vaciado inexplicablemente de hombres. No sé si me he salvado o si estoy al otro lado de la vida y aún no me he dado cuenta. Tengo algunos víveres, pero escaso apetito y un ánimo endeble. Solo me alimento de confusión.
sin fecha clara
...la carne en salazón está extremadamente salobre, apenas queda agua y el coñac como sustituto me produce más sed. El sol es tan cruel como lo fue la tormenta de los últimos días. A veces me vuelvo goloso con mis propios dedos untados en esta tinta que traslada las palabras a unos pliegos que nadie leerá jamás. No sé para qué escribo. ¿Para certificar que aún estoy vivo?
día sin número
...imposible situar en qué fecha vivo. Mi propia debilidad me somete a desvanecimientos frecuentes. Recorrer el navío, cuando las fuerzas me lo permiten, me aburre. Ya ni las ratas aparecen. No son deseables, pero al menos me proporcionaban juego y compañía. No sé lo qué digo; nunca me gustaron, pero cuando no tienes otros seres a los que aferrarte cualquier especie te habla y te entretiene. Mis pensamientos se han vuelto pesados, ni siquiera aquellas creencias que me inculcaron de niño están a salvo. Para qué. Han naufragado, como todos mis sentidos. La naturaleza que me alentó la vida es ahora inhóspita y cruel.
...
...no sé si escribo o sueño que escribo. Si al menos mantuviera la lucidez y la destreza suficientes para empuñar la pluma podría escribir mis propios recuerdos. Volvería una y otra vez a relatar cada episodio de mi vida, considerándolo desde personajes diversos. Podría ser una buena excusa para no sucumbir al tedio. Quién sabe si el recrear mis experiencias no me llevará también a renacer de nuevo.
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...este sopor profundo tira de mí. Me despierto una y mil veces, en cada ocasión más exhausto. No soporto la idea de que me traicione el cuerpo ahora que he empezado a registrar los años de infancia. Nunca pensé que encontrarme cerca del fin me llevara al origen de esta manera. El escribiente que se ocultaba en mí ha tomado el relevo del cartógrafo que convertí en oficio. Tal vez porque los mapas de mares y territorios ya no podrán conducirme a ninguna parte y, en cambio, reconstruir con palabras mi vida desde los primeros pasos podría concederme la paz que jamás he tenido.
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...escribir y leer mis primeros recuerdos me ha dado cierta fuerza. No para bien del funcionamiento corporal sino para mantener el temple y la resistencia. Leer lo que narro sobre mi pasado me produce congoja, pero después apacibilidad. A veces me quedo dormido y las alucinaciones, sumadas a lo que escribo, se convierten en un espacio único en el que me dejo mecer. ¿Moriré así? ¿Perderé la energía pero no la curiosidad por conquistar un territorio tan nuevo como desconocido?