8 de diciembre de 2021
La despeinada y su diario
16 de junio de 2021
El amo esclavo (de la sirvienta)
Si sus hijas supiesen que él, el padre, el amo, el propietario, la autoridad, mi esclavo, sugiere que muchas tardes en que nos recibimos el uno al otro me vista de geisha, estallarían en mil iras. ¿Por la actitud del progenitor? Más bien por la mía. Seguro que a él le permitirían transigir con todo, pobrecito viudo que con los recursos que tiene puede permitirse caprichos, pensarían. En cuanto a mí, la sirvienta cumplidora con las tareas de toda la familia, qué puedo decir. ¿Que soy una viciosa? ¿Que quiero pertenecer con pleno derecho a la familia? ¿Que me aprovecho del hombre para elevarme sobre mi condición?
No busco obtener beneficio alguno de mis entregas cariñosas. Sé que de saberse fuera de nuestro recóndito cubil la gente opinaría lo contrario. Es muy simple. A mí me gusta satisfacerle y me enternece verlo sometido con esa franqueza varonil que no le obliga sino a ser el animal puro y llano que lleva dentro. La complicidad de extraer lo más íntimo de nosotros mismos nos reclama. El amo, acostumbrado a anteriores posesiones ardorosas que no le habrían distinguido nunca de un perro, encuentra en mí un camino diferente hacia el placer.
Por supuesto que no tengo inconveniente en vestirme como él desee si me lo pide, porque así fecunda sus fantasías. Y yo, naturalmente, enriquezco las mías. Pero sabe que me sobran los adornos, el kimono, el peinado, y ante él, o mejor dicho, sobre él, soy la poseedora de su ejercicio y la propietaria de su deseo durante las horas en que nos solazamos. ¿Que le gusta tomarme vestida? Se lo concedo. ¿Que le agrada que le lleve a fantasear como si él fuese yo y viceversa? Entro en el juego. ¿Que me pide que le convierta en cien animales feroces? Transgredo lo solicitado, porque la transgresión pactada es también compartida y respetuosa. ¿Que dice que me quiere como la espuma del oleaje? Sumérgete en mi desnudez total, le respondo.
Conmigo mi amo pierde todo su dominio exterior, ese que le hace ser temido y respetado, y obedece a mis mandatos. A mi lado el carácter adusto lo pierde. Sus gestos autoritarios habituales, que nadie se atreve a ignorar, los deja fuera del futón. Es otro hombre frente a mí. O, mejor dicho, es un hombre desprovisto de máscaras. Un ínfimo individuo al que le gusta ser premiado o castigado con los juegos que le propongo. Es el hombre de cuerpo aún robusto pero también el poeta de las palabras inesperadas. Tu mejor seda es la piel que luces, me dice con naturalidad. El peinado más ceremonioso que me ofreces es desarbolar tu cabellera zaína, es otra de sus expresiones. El color de tus mejillas es la ausencia de color. Tus ojos me detienen, tu boca me exige, tus brazos y tus piernas reptan y me engullen. Escuchar la oratoria de su magma me abduce y entro en un abandono que antes no había conocido. Yo, que creía que me las sabía todas.
A veces me gustaría que todo el mundo supiera ese esfuerzo constante suyo en aderezar sus rituales con las palabras. ¿Dónde ha aprendido el hombre rudo a amar con verbosidad exquisita si no es a mi lado y a través de lo que le sugiero? Dice que conmigo cuanto sale de su cuerpo es manifestación de amor. ¿Podría negárselo? Dice que el tesoro hay que tenerlo siempre protegido para impedir que nadie lo robe. Dice que los límites de la vida y de la muerte se borran al trascender nuestros cuerpos. Dice que el dolor es un relato testimonial del pasado y que, por lo tanto, hay que seguir conjurándolo entre ambos. Es inagotable la transformación de este hombre a mi lado. Verdad es que a veces me entra la risa por las cosas que se le ocurren, pero sé que las siente, y me contengo. Porque nada hay absurdo en el amor, si es imaginado y, sobre todo, sentido. No era un hombre propicio a conceder gratuitamente palabras, y asimismo hoy no lo sigue siendo en sus negocios o cuando marca territorios de poder. Entonces, ¿no es una maravilla que solamente a mí me las ofrezca tan dadivosamente? Ignoro si otras mujeres le habrán enseñado cuanto le enseño yo, y me da lo mismo, pero sospecho que o no lo han hecho o él ha sido un aprendiz deficiente y torpe. ¿No tengo suficientes razones para mantener sometido a quien a su vez me somete en las circunstancias más lujuriosas?
19 de mayo de 2021
La sirvienta
¿No os aburrís de no hacer nada? Yuko tiene una manera incisiva más que descarada de tratar a sus amas. Pero también hábil. Hastiada no de ejecutar los deberes domésticos sino de tener que servir de intermediaria en los caprichosos amoríos de ellas sabe vengarse a su manera con una dialéctica mañosa. Por un tiempo, las dice, me gustaría probar vuestra vida. Incluso pudiera ser que me atrapara y no quisiera ya salir de ella. Sayuri y Riko la conocen y no se perturban. Además la necesitan. Es, además de eficiente criada, la mejor celestina que han tenido y domina como nadie el arte de convencer a los amantes tímidos y de frenar a los pretendientes demasiado ansiosos.
Así que te gustaría tener todo el tiempo para ti, como nosotras, ¿eh, Yuko? Esta sabe atajarlas. Digamos que es curiosidad. Me gusta la ocupación de sirvienta. Mando sobre los quehaceres, los llevo a cabo con orden, me entretienen que sean tan diversos. Y además no tenéis queja de mi trabajo. ¿Qué más puedo pedir? Soy diligente al recibir a los recaderos que vienen a traer los pedidos. Ninguno de los comerciantes del mercado me rechaza. Los funcionarios dan prioridad a mi presencia cuando voy con algún recado del señor. Y vuestro padre me respeta como era de esperar de un educado y culto amo. Por supuesto, Yuko se reserva aspectos íntimos que podrían molestar a las mujeres. Cómo va a contarles que su señor padre se convierte en el aprendiz más sumiso entre sus brazos. Cómo va a revelar que los recaderos o los que atienden los puestos de abastecimiento se pelean por verla. Si te parece, la espeta Riko, un día te vestimos con uno de nuestros mejores kimonos y te acicalamos hasta convertirte en una belleza que sorprenderá. Te enseñaremos movimientos del cuerpo y modos de pisar que alteran a los hombres, añade Sayuri. Y después te pasearemos con nosotras por el paseo de los abedules que hay junto al lago. No me tentéis, les corta Yuko. Si la propuesta es para reíros de mi tengo que deciros que os puede salir al revés la jugada. Y si os guía una intención sana podría ser que la aceptara, pero ¿y si me convierto en vuestra competencia? ¿Y si los hombres se encaprichan más con la sirvienta que con las hijas del propietario? Tal vez solo pretendéis que haga de cebo para poneros en bandeja de plata los frutos que deseáis y no podéis alcanzar. Pero ¿no teméis que ahí me porte como la empleada desleal y traicionera? Las hermanas se miran entre sí, inquietas y arrepentidas de haber hecho propuestas a una vulgar sirvienta. Agitan nerviosas los abanicos y recuperan su sonrisa falsa. Estás bien donde estás, Yuko. Era hablar por hablar, mujer.
La sirvienta pone los tés al alcance de las mujeres. Escucha lo que ellas comentan entre sí. Nuestro padre ha vuelto muy pronto de Funabashi. Creo que nos dejará ir esta tarde de excursión con unos amigos. ¿Se lo pides tú o lo hago yo? Se ponen de pie. Yuko recoge las tazas, con la mansedumbre acostumbrada. Estas no saben que su padre va a ser cada vez más generoso concediendo permisos, piensa tragándose una risa tan malévola como concupiscente.
3 de mayo de 2021
La mujer que se quedó en blanco
16 de abril de 2021
Conversaciones con mi gato
28 de marzo de 2021
La lectora de libros prohibidos
Me gusta encerrarme en mi habitación. Correr las puertas, echar las persianas, esperar a que en la casa reine el silencio. No es cuestión de rebajar mis nervios solamente. Ni de sentir que mi intimidad permanezca preservada por unas horas. Tampoco se trata de rarezas de las que me acusan en la familia, aunque esto último según se mire. En realidad tales motivos, ni verdaderos ni falsos del todo, ocultan a los ojos de los demás mi verdadera dedicación, que consiste en leer.
Diréis: leer es algo admitido incluso para las mujeres. ¿Por qué ocultarse? Pero es que yo no leo cualquier cosa. Leo libros prohibidos. Y lo hago con avidez. Pero esta no crece solamente en el momento en que mi voz interior pronuncia cada frase o hila el argumento de lo que está escrito. Aumenta después, cuando tras cada relato me quedo paralizada, como si me ausentara de esta habitación, como si me evadiera de la vida. Si un cuento me lleva a escapar es porque me atraen más sus personajes que los de carne y hueso que me rodean. Puedo ir y vivir en lo que viven ellos allá adentro. Y puedo volver de ese viaje con relativa facilidad si me resulta peligroso o incomprensible. Aunque bien pensado, ¿no es más arriesgado lo que vivimos cada día?
No entiendo del todo por qué han prohibido cierta clase de obras. O mejor dicho, no aceptaré jamás que sean condenadas o escondidas. Supongo que si las prohíben quienes tienen poder de decidir con la ley en la mano es porque los libros cuentan lo que no quieren que sea escuchado. Porque va contra sus ideas o sus intereses, que para el caso es lo mismo. ¡Malditos hipócritas! Vetan a los demás lo que no se privan a sí mismos. No esperéis que desvele cómo consigo las obras vedadas, debo guardar el secreto por la cuenta que me tiene. Pero revelaré algo. La lectura no acaba para mí ni cuando la caligrafía agota el pliego ni cuando yo me quedo abstraída sobre lo leído. No acaba nunca. La prolongo y echo mano de mi pulso o solamente de mis pensamientos imaginarios para continuar las historias. Sobre el papel o simplemente dentro de mi cabeza. Algunas de ellas las altero, otras las alimento, luego enrollo de nuevo el soporte y vuelvo a quedarme otra vez sumida en el silencio y en la umbría de mi cuarto.
¿Solo escribes para ti?, dirá alguno. ¿Y para quién, si no? Aunque esté utilizando esta aparente forma de coloquio en realidad se queda aquí. Os hablo a vosotros como si estuvierais al otro lado de mi voz, si bien sé que no estáis, pero sois mi excusa, los testigos que me invento porque uno puede querer estar solo en el mundo pero necesita del mundo. Más si pretende expresarse o recibir otras expresiones. ¿Queréis saber qué libros prohibidos leo? Os lo contaría pero oigo ruidos en la casa. La luz del alba raya algunas zonas de la habitación. Mi vela ha terminado. Han caído varias horas que las he vivido de otra manera. Incluso haciendo estas confidencias que debéis guardarme con celo. Tal vez otro día os hable de lo que se dice en los libros prohibidos.
20 de marzo de 2021
El aseo de Hanako