"Todo lo interesante ocurre en la sombra, no cabe duda. No se sabe nada de la historia auténtica de los hombres."

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche.



28 de febrero de 2020

El longevo andarín


(Katsushika Hokusai)


Al anciano andarín de la aldea de Oshi que iba a recoger miel en los panales del prado le preguntaron: ¿qué ha hecho usted para ser tan longevo? El viejo respondió: mi longevidad no tiene mérito alguno. Haber nacido antes que todos vosotros y pensar en morirme después que todos vosotros. Los vecinos conocían su sarcasmo habitual, pero los viajeros se admiraron. Tiene que haber algo más para que su constitución resista los embates del tiempo, insistieron. Mi misterio consiste en el mero hecho de dejarme vivir a mí mismo y mi vida  preserva el misterio. Hubo quien rizó el rizo. Seguro que tiene su propio secreto pero se lo calla. Entonces él aparentó que iba a entrar al tema. Morirá conmigo sin que yo mismo haya logrado descifrarlo, y les dejó mudos. Se le acosó una vez más para que comprometiera una opinión razonada. Le argumentaron: sospechamos que todo es influencia de la naturaleza que le rodea, la calma con que se ha tomado los problemas, la nutrición justa y adecuada, la prudencia a la hora de no desear sino lo imprescindible, y algunas características más, pero nos gustaría saber cómo ha mezclado unos elementos con otros hasta conseguir una medida tan precisa para prolongar la edad. El anciano, sin poder evitar un mohín de desprecio, contestó con sencillez: uno solo vive por sí y para sí, y lo que habla mi cuerpo solo lo escucho yo. Los interlocutores estaban a punto de tirar la toalla. Pero alguien creyó tener la llave para que el hombre revelase el enigma de su larga y bienaventurada existencia. Seguro que su vida ha sido estimulante y ha encontrado el equilibrio perfecto, dejó caer sin más aquel curioso, creyéndose maestro de psicología. Estímulos, si bien escasos, no me han faltado, respondió hastiado el viejo, y sinsabores, que han sido más bien abundantes, me han sobrado. Ya le contaré cuando me haya muerto dónde ha estado mi equilibrio. 

Los viajeros continuaron el viaje entre risas y mofas, mientras el anciano andarín se disponía a iniciar un diálogo más fecundo con las abejas. 



(Para todo debe haber preguntas, pero no siempre puede o debe ofrecerse respuestas)



25 de febrero de 2020

Los jinetes


(Kaktsushika Hokusai)



Tres veces han pasado al galope los jinetes hacia el Norte. Tres veces han desandado el camino hacia el Sur. En la aldea es la comidilla de la jornada. Algo sucede en Edo, exclama el samurai venido a menos Daido Numata. Algunos hablan de tambores de guerra. Un viajero comenta que la destitución de un alto funcionario honrado amenaza con provocar una revuelta. El monje peregrino dice que ha soñado que el emperador ha perdido la cabeza por una mujer que no es cortesana y que las intrigas se han puesto en marcha. En la provincia de donde procedo, cuenta un comerciante de loza que se dirige a la capital, abundaba la agitación. Cuando la epidemia de hace seis años ocurrió algo parecido. Tal vez se trate de un hecho luctuoso, cuchichea Shinju, la vieja ama del samurai. Y bajando aún más la voz: también los emperadores o sus esposas mueren. Alguien dice: seamos prudentes. Todo son conjeturas y rumores. Pase lo que pase nada va a cambiar para nosotros. Y si hablamos demasiado acaso troquemos la vida por la muerte. Se esperaba temprano al recaudador de impuestos y solo a la caída de la tarde aparece con cara de pocos amigos. ¿Problemas con los mensajeros?, le han inquirido. Cuando ellos aparecen hay que detenerse y me ha tocado hacerlo varias veces, responde refunfuñando. Ignora lo que sucede y pide pasar la noche en aquel lugar de paso.

La noche ha engullido al pueblo. En la oscuridad el caserío no existe. Las pocas lumbres que quedan prendidas se vuelven más discretas. Rugidos del viento. De pronto la senda traslada hasta el fondo de los hogares un estruendo de caballeria. No puede ser que los enviados circulen también por la noche. Algo grave ha tenido lugar, insiste el samurai, cuya pobreza le carcome más que sus antiguas heridas. Ni él ni el recaudador pueden pegar ojo. Se asoman. Esta vez es ruido de un tropel de jinetes. Pero quién los guía en las tinieblas. A dónde van. Qué misión les urge. No ven nada pero sienten en sus rostros el azote de una galopada. Creen percibir que las espadas refulgen como estrellas de sangre. Recojámonos, propone el recaudador, no estudié yo para negociar con espectros. El samurai, cuya edad ha encogido su valor, le sigue con precipitación hacia el interior de la vivienda. Tampoco yo sabría manejar la katana contra las sombras. No hay nada más terrible que aquello que parece escucharse pero no se ve, dice con voz trémula.

La escarcha del amanecer ha convertido en invisibles las huellas del paso de los jinetes.


(El rumor es el lenguaje de lo fantasmagórico)




23 de febrero de 2020

Los porteadores


(Katsushika Hokusai)


Desde el borde de la ladera los niños observan a los porteadores. ¿Qué crees que llevarán hoy?, pregunta Masaru. Saori, su amiga, le responde con aplomo. Seguramente lo mismo que ayer. Hacen igual recorrido, son los mismos hombres, hablan y callan como cualquier otro día. El anciano Fujita, que ha oído el comentario, les chista. Eh, no os fiéis. Ni el mismo recorrido es el de ayer, pues no siempre dan los mismos pasos, ni los hombres permanecen en su misma edad, ya que hoy son más viejos, ni lo que transportan es género idéntico, porque el anterior ya fue entregado. Puede que lo único que no se modifique sea la palabra empleada o el silencio requerido. Pero si todo lo demás es diferente, ¿por qué lo que hablan no lo es? Fujita repara en la sagacidad de los chicos. ¿Habéis oído vosotros que tengan entre ellos una conversación menos tosca un día que otro o una queja más liviana o una palabrota que no sea obscena? No, no, en eso no cambian, responden a la vez. Ojo, salta el anciano. Lo que nunca queda claro es si lo que callan es igual o callan algo diferente. Saori y Masaru se miran, desbordados por la observación. Tener la boca cerrada es tener la boca cerrada, ¿no?, razonan. Ah, dice Fujita. Pero lo que hay en cada persona detrás del silencio, ¿qué y cómo es? Eso nadie lo sabe. 


(Lo análogo nunca es identidad)

21 de febrero de 2020

Monogatari del pescador


(Katsushika Hokusai)


Apenas había rayado el día. Desde la roca el pescador echaba su arte para sobrevivir a la jornada. Las aguas revueltas, decía a su acompañante, ¿serán la respuesta a nuestra plegaria o la condena por esta condición miserable que padecemos? Al pescador le había enseñado el oficio su abuelo, luego su padre, ahora se las componía para tratar de que su vástago aprendiera. Pero el hijo, ay, solo escuchaba el rumor del oleaje y soñaba con la vida de los que vivían en las ciudades. Si no me echas una mano hoy no comeremos y tampoco podremos llevar nada al mercado, le reprendió el padre. Los peces picaban pero el pescador los devolvía a la marea. Un día que no comamos puede ser un día de aprendizaje para mi hijo, pensó. Mejor volver de vacío que no dárselo hecho a quien no se esfuerza.

(¿La carencia enseña?)