"Todo lo interesante ocurre en la sombra, no cabe duda. No se sabe nada de la historia auténtica de los hombres."

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche.



25 de febrero de 2020

Los jinetes


(Kaktsushika Hokusai)



Tres veces han pasado al galope los jinetes hacia el Norte. Tres veces han desandado el camino hacia el Sur. En la aldea es la comidilla de la jornada. Algo sucede en Edo, exclama el samurai venido a menos Daido Numata. Algunos hablan de tambores de guerra. Un viajero comenta que la destitución de un alto funcionario honrado amenaza con provocar una revuelta. El monje peregrino dice que ha soñado que el emperador ha perdido la cabeza por una mujer que no es cortesana y que las intrigas se han puesto en marcha. En la provincia de donde procedo, cuenta un comerciante de loza que se dirige a la capital, abundaba la agitación. Cuando la epidemia de hace seis años ocurrió algo parecido. Tal vez se trate de un hecho luctuoso, cuchichea Shinju, la vieja ama del samurai. Y bajando aún más la voz: también los emperadores o sus esposas mueren. Alguien dice: seamos prudentes. Todo son conjeturas y rumores. Pase lo que pase nada va a cambiar para nosotros. Y si hablamos demasiado acaso troquemos la vida por la muerte. Se esperaba temprano al recaudador de impuestos y solo a la caída de la tarde aparece con cara de pocos amigos. ¿Problemas con los mensajeros?, le han inquirido. Cuando ellos aparecen hay que detenerse y me ha tocado hacerlo varias veces, responde refunfuñando. Ignora lo que sucede y pide pasar la noche en aquel lugar de paso.

La noche ha engullido al pueblo. En la oscuridad el caserío no existe. Las pocas lumbres que quedan prendidas se vuelven más discretas. Rugidos del viento. De pronto la senda traslada hasta el fondo de los hogares un estruendo de caballeria. No puede ser que los enviados circulen también por la noche. Algo grave ha tenido lugar, insiste el samurai, cuya pobreza le carcome más que sus antiguas heridas. Ni él ni el recaudador pueden pegar ojo. Se asoman. Esta vez es ruido de un tropel de jinetes. Pero quién los guía en las tinieblas. A dónde van. Qué misión les urge. No ven nada pero sienten en sus rostros el azote de una galopada. Creen percibir que las espadas refulgen como estrellas de sangre. Recojámonos, propone el recaudador, no estudié yo para negociar con espectros. El samurai, cuya edad ha encogido su valor, le sigue con precipitación hacia el interior de la vivienda. Tampoco yo sabría manejar la katana contra las sombras. No hay nada más terrible que aquello que parece escucharse pero no se ve, dice con voz trémula.

La escarcha del amanecer ha convertido en invisibles las huellas del paso de los jinetes.


(El rumor es el lenguaje de lo fantasmagórico)




14 comentarios:

  1. Muy buen relato. Y con ese mensaje este líneas que lo hace todavía más exultante.

    Mi enhorabuena.

    Mil besitos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, hay una intención entre líneas. A buen lector...Gracias, Auroratris.

      Eliminar
  2. Rumores que acrecientan las dudas que todo movimiento o hecho diferente trae consigo.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya ves que vivimos unos tiempos -probablemente todos han sido parecidos- de rumores, bulos, falsedades y difamaciones múltiples que mejor ignorar. La cuestión hoy es que todo se produce de modo vertiginoso y apabullante. Paralelamente, la desinformación es un un hecho, aunque abundan las noticias aparentes que muchas veces no aportan nada. En fin. Gracias, Alfred.

      Eliminar
  3. Ay...! Si solo fuera el valor lo que encoge la edad...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hay tantas propiedades físicas que van mermando...

      Eliminar
  4. Hay quienes solo saben vivir de rumores y fantasía.

    Muy bueno.

    Saludos,

    J.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Son la antítesis de la información. Y de lo que se llama información ¿es oro todo lo que reluce?

      Gracias, José. Saludos.

      Eliminar
  5. Hubo un tiempo (cuando era una niña) en el que creí que los periódicos contaban hechos objetivos. Más tarde pensé que cada periódico contaba las cosas de un modo diferente según la ideología política de sus fundadores. Ahora pienso que un periódico es un instrumento de adoctrinamiento. Propaganda pura y dura. Nos cuentan las cosas de determinada manera para que nos posicionemos a favor o en contra de una idea, ley, costumbre, persona, movimiento social, etc. Lo mismo pasa cin los programas de radio y cin los canakes de televisión. Al final resulta que somos manipulados por aquí y por allá y tenemos que ir con nuestra katana atacando a esas sombras que amenazan destruir nuestra ansia de conocer la verdad...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero tampoco los hombres somos espíritus puros. Tenemos nuestras preferencias. Queremos escuchar conforme a lo que pensamos, ansiamos, buscamos o...carecemos. Pasa como con los políticos. La gente no se adhiere a una relición porque busque la verdad, sino porque cree que busca la verdad, perdón, el mensaje que quiere oír. No obstante lo de la prensa es discutible. Todos los medios tienen sus amos -¡e internet ni te cuento, mira cómo dirigen desde youtube!- pero los que ya somos mayorcitos y de vuelta hemos aprendido a seleccionar, podemos ver y no creer, podemos decir: en efecto por ahí van los tiros en una opinión de prensa. Lo que uno ya no va a hacer es creer ciegamente ni a hombre ni a héroe ni a divinidad, ¿no son todas invenciones nada limpias de la especie humana?

      Eliminar
  6. Más que comentar, deseo dejarte mi saludo, además, quiero decirte que te seguiré leyendo-conociendo.
    Ahora sí, una saga de guerreros en busca del sol de tus letras.
    Hasta pronto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tus ánimos, Guillermo. Y por manifestar tu intención de seguirme. Salud.

      Eliminar
  7. Un trocito de realidad, de esa que vivimos cada día con rumores mas o menos acertados y creíbles, a veces, con fines ocultos y perversos... que nos vienen de todas partes, y nos provocan esa incertidumbre ante lo desconocido; ese estado de alerta permanente.
    Y entre tantos rumores, esa falta de información real que intuímos...

    Gracias y abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero también ponen a prueba nuestra fortaleza, nuestro temple y nuestra inteligencia.

      Aprender a no creernos los cuentos es aprender a vivir.

      Eliminar