¿No os aburrís de no hacer nada? Yuko tiene una manera incisiva más que descarada de tratar a sus amas. Pero también hábil. Hastiada no de ejecutar los deberes domésticos sino de tener que servir de intermediaria en los caprichosos amoríos de ellas sabe vengarse a su manera con una dialéctica mañosa. Por un tiempo, las dice, me gustaría probar vuestra vida. Incluso pudiera ser que me atrapara y no quisiera ya salir de ella. Sayuri y Riko la conocen y no se perturban. Además la necesitan. Es, además de eficiente criada, la mejor celestina que han tenido y domina como nadie el arte de convencer a los amantes tímidos y de frenar a los pretendientes demasiado ansiosos.
Así que te gustaría tener todo el tiempo para ti, como nosotras, ¿eh, Yuko? Esta sabe atajarlas. Digamos que es curiosidad. Me gusta la ocupación de sirvienta. Mando sobre los quehaceres, los llevo a cabo con orden, me entretienen que sean tan diversos. Y además no tenéis queja de mi trabajo. ¿Qué más puedo pedir? Soy diligente al recibir a los recaderos que vienen a traer los pedidos. Ninguno de los comerciantes del mercado me rechaza. Los funcionarios dan prioridad a mi presencia cuando voy con algún recado del señor. Y vuestro padre me respeta como era de esperar de un educado y culto amo. Por supuesto, Yuko se reserva aspectos íntimos que podrían molestar a las mujeres. Cómo va a contarles que su señor padre se convierte en el aprendiz más sumiso entre sus brazos. Cómo va a revelar que los recaderos o los que atienden los puestos de abastecimiento se pelean por verla. Si te parece, la espeta Riko, un día te vestimos con uno de nuestros mejores kimonos y te acicalamos hasta convertirte en una belleza que sorprenderá. Te enseñaremos movimientos del cuerpo y modos de pisar que alteran a los hombres, añade Sayuri. Y después te pasearemos con nosotras por el paseo de los abedules que hay junto al lago. No me tentéis, les corta Yuko. Si la propuesta es para reíros de mi tengo que deciros que os puede salir al revés la jugada. Y si os guía una intención sana podría ser que la aceptara, pero ¿y si me convierto en vuestra competencia? ¿Y si los hombres se encaprichan más con la sirvienta que con las hijas del propietario? Tal vez solo pretendéis que haga de cebo para poneros en bandeja de plata los frutos que deseáis y no podéis alcanzar. Pero ¿no teméis que ahí me porte como la empleada desleal y traicionera? Las hermanas se miran entre sí, inquietas y arrepentidas de haber hecho propuestas a una vulgar sirvienta. Agitan nerviosas los abanicos y recuperan su sonrisa falsa. Estás bien donde estás, Yuko. Era hablar por hablar, mujer.
La sirvienta pone los tés al alcance de las mujeres. Escucha lo que ellas comentan entre sí. Nuestro padre ha vuelto muy pronto de Funabashi. Creo que nos dejará ir esta tarde de excursión con unos amigos. ¿Se lo pides tú o lo hago yo? Se ponen de pie. Yuko recoge las tazas, con la mansedumbre acostumbrada. Estas no saben que su padre va a ser cada vez más generoso concediendo permisos, piensa tragándose una risa tan malévola como concupiscente.