"Todo lo interesante ocurre en la sombra, no cabe duda. No se sabe nada de la historia auténtica de los hombres."

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche.



19 de mayo de 2021

La sirvienta

(Kitagawa Utamaro)
 

¿No os aburrís de no hacer nada? Yuko tiene una manera incisiva más que descarada de tratar a sus amas. Pero también hábil. Hastiada no de ejecutar los deberes domésticos sino de tener que servir de intermediaria en los caprichosos amoríos de ellas sabe vengarse a su manera con una dialéctica mañosa. Por un tiempo, las dice, me gustaría probar vuestra vida. Incluso pudiera ser que me atrapara y no quisiera ya salir de ella. Sayuri y Riko la conocen y no se perturban. Además la necesitan. Es, además de eficiente criada, la mejor celestina que han tenido y domina como nadie el arte de convencer a los amantes tímidos y de frenar a los pretendientes demasiado ansiosos. 

Así que te gustaría tener todo el tiempo para ti, como nosotras, ¿eh, Yuko? Esta sabe atajarlas. Digamos que es curiosidad. Me gusta la ocupación de sirvienta. Mando sobre los quehaceres, los llevo a cabo con orden, me entretienen que sean tan diversos. Y además no tenéis queja de mi trabajo. ¿Qué más puedo pedir? Soy diligente al recibir a los recaderos que vienen a traer los pedidos. Ninguno de los comerciantes del mercado me rechaza. Los funcionarios dan prioridad a mi presencia cuando voy con algún recado del señor. Y vuestro padre me respeta como era de esperar de un educado y culto amo. Por supuesto, Yuko se reserva aspectos íntimos que podrían molestar a las mujeres. Cómo va a contarles que su señor padre se convierte en el aprendiz más sumiso entre sus brazos. Cómo va a revelar que los recaderos o los que atienden los puestos de abastecimiento se pelean por verla. Si te parece, la espeta Riko, un día te vestimos con uno de nuestros mejores kimonos y te acicalamos hasta convertirte en una belleza que sorprenderá. Te enseñaremos movimientos del cuerpo y modos de pisar que alteran a los hombres, añade Sayuri. Y después te pasearemos con nosotras por el paseo de los abedules que hay junto al lago. No me tentéis, les corta Yuko. Si la propuesta es para reíros de mi tengo que deciros que os puede salir al revés la jugada. Y si os guía una intención sana podría ser que la aceptara, pero ¿y si me convierto en vuestra competencia? ¿Y si los hombres se encaprichan más con la sirvienta que con las hijas del propietario? Tal vez solo pretendéis que haga de cebo para poneros en bandeja de plata los frutos que deseáis y no podéis alcanzar. Pero ¿no teméis que ahí me porte como la empleada desleal y traicionera? Las hermanas se miran entre sí, inquietas y arrepentidas de haber hecho propuestas a una vulgar sirvienta. Agitan nerviosas los abanicos y recuperan su sonrisa falsa. Estás bien donde estás, Yuko. Era hablar por hablar, mujer. 

La sirvienta pone los tés al alcance de las mujeres. Escucha lo que ellas comentan entre sí. Nuestro padre ha vuelto muy pronto de Funabashi. Creo que nos dejará ir esta tarde de excursión con unos amigos. ¿Se lo pides tú o lo hago yo? Se ponen de pie. Yuko recoge las tazas, con la mansedumbre acostumbrada. Estas no saben que su padre va a ser cada vez más generoso concediendo permisos, piensa tragándose una risa tan malévola como concupiscente.  



3 de mayo de 2021

La mujer que se quedó en blanco

( Kitagawa Utamaro)
 

Hoy me he quedado todo el día en blanco. Después de arreglarme y vestirme con uno de los mejores kimonos de seda no he querido ir a ninguna parte. ¿Que me están esperando? Que esperen o, mejor dicho, que no estén pendientes de mí. Lo siento por ti, hermana, que pusiste tanto empeño en llevarme a la presentación de los nuevos vecinos. Me da igual por vosotros, vecinos, a los que no tengo mayor interés en conocer. 

¿Me vais a llamar huraña solo porque no me gusta seguir las costumbres? Si te apartas de lo que todos hacemos te comerá la soledad, os he escuchado infinidad de veces. Yo callo cuando me decís estas cosas, pero me gusta tanto ser una solitaria. Responsabilidades, las mínimas. Dependencias, escasas.  Complacencias, ninguna. Entonces, ¿para que te vistes como si fueras a celebrar algo?, me interpeláis. Yo callo, pero me digo: para festejarme a mí misma. 

Conozco vuestro argumento. No hay celebración sin exhibición, razonáis a vuestro uso. Pero yo, ¿para qué quiero exhibirme? Me dais la lata con tanta insistencia como molestia. Eres demasiado atractiva como para encerrarte. O bien: sabes hablar, cuando te lo propones, como nadie en este barrio. Tienes ideas que embelesan. Si te portaras de otro modo seducirías a quien te apeteciera. Esa insistencia en que hacéis reproches sobre mi modo de ser y de actuar me resbala mucho. Si me gusta hablar bien es para traducir el mundo para mí misma. Si hay dones naturales en mi cuerpo quiero protegerlos. Si mis pensamientos son ocurrentes es porque necesito comprender las cosas. Si otra persona me gusta no trato de crear una ficción para que caiga rendida. 

Solo me entiende mi sobrina Shika. Quiero ser de mayor como tú, me regala los oídos. No sé entonces si dar el parabién a su sentimiento o prevenirla. Solo la sonrío y la estrecho entre mis brazos. Que aprenda ella a saber lo que quiere. ¿Que soy ejemplo y luego me maldice? Habrá sido decisión suya. ¿Que aprende del lado amable de mi personalidad y rehúye las consecuencias negativas de mis actos? Será ecuánime y eso probablemente le proporcionará satisfacciones. Shika ha llegado de improviso. Tía Natsumi, no te enfades conmigo, pero entre los nuevos vecinos hay un joven que te caería bien. Me da igual, la contesto. Es que es diferente a otros, no va a pretender ser el centro de atención de nadie. Se aparta de la gente y su familia dice que no se presta a reuniones. ¿No te parece que es como tú? Me he quedado pensativa y sospecho que con una sonrisa díscola. Shika, la contesto, me aguanto a duras penas, ¿crees que podría soportar la presencia de alguien que fuera mi viva imagen? Pero mi sobrina es tenaz. Te interesaría. Dicen que es un hombre oscuro. Entonces, la contesto punzante, de dos individuos de tinieblas, ¿qué luz que les acerque cabe esperar?