(Nobuyoshi Araki)
¿Posarías para mí como si fuera mi último trabajo?, preguntó el hombre con extrema y ruborosa lentitud. Del té ascendía una cortina humeante versátil, placentera, que envolvía los gestos y las palabras. En la ascensión de aquel aroma el rostro de ambos se dividía diametral. Un perfil del anciano se separaba para ir a encontrarse con el otro lado de la cara de la joven, que se había a su vez segmentado. Era una visión extraña que solamente para quien ha adquirido mucha experiencia contemplando con detalle los objetos no pasa inadvertido. El anciano lo había experimentado otras veces y se lo hizo saber a Ito Kabane. Si observas, le dijo, entre el humo se acaba de configurar un nuevo rostro. No nos pertenece del todo a ninguno de los dos, pero a su vez es una nueva imagen efímera tuya y mía. La tez pálida de la mujer se encendió pero el comentario resultó hipnótico. Su silencio no estuvo exento de un grado misterioso de concentración. Es verdad, a través de este humear veo un rostro que no es ni joven ni viejo, ni masculino ni femenino, ni hermoso ni feo, ni alegre ni triste, ni preocupado ni indolente. Es como si los principios duales de la vida adquirieran otra dimensión, ratificó la joven con voz tenue. Hay más, intervino él. Si nos miramos fuera de este vapor también advertiremos otra mitad de la cara en cada uno de nosotros. No debes asustarte. Es el lado impasible, inseguro pero defensivo que lucha desde nuestras facciones para proteger las emociones y los sentimientos que las azuzan. Pero yo creo que es un lado falso, un lado que se resiste a manifestar la vida que cada cual lleva dentro de sí. Una parte que trata de resignar al que se encuentra viejo, apurando sus posibilidades, y que vuelve indeciso a quien se considera joven, limitando sus osadías. Naturalmente, debes captarlo en su fugacidad, con el espacio que existe más allá del fondo de la retina, y que sortea los recuerdos y frena las vagas asociaciones de ideas. Ito Kabane cerró los párpados en un intento de sujetar una visión prácticamente inaprensible. Ni confirmó ni negó el comentario del hombre. ¿Quiere de verdad fotografiarme, Tatsuaki?, le preguntó con cierto azoramiento. Mire que tendrá que escoger qué lado visible u oculto de mí misma debe descubrir. Me gustaría mucho registrar la imagen que otros fotógrafos no habrán captado, incluso aquella que tú no hayas visto jamás por mucho que te mires en los espejos y te recrees con las páginas de las publicaciones donde ha aparecido tu cuerpo, le contestó con firmeza el fotógrafo senil. Si poso para usted, Tatsuaki, dijo la modelo entrando en un bucle de amor propio, no es para mostrarme en la alteridad aparente con que me he exhibido en otras ocasiones. Si poso para usted, debe comprometerse a revelar la naturalidad que algún día perdí. Con usted no quiero ser una modelo más. Asegúrese de que aguzará su mirada, maestro. ¿Cómo?, dijo el anciano con tono templado. ¿Aún no te habías dado cuenta de que ya lo vengo haciendo desde que nos conocimos en el tren?
la mirada curiosa del artista
ResponderEliminar¿Y acaso intencionada?
EliminarLa mirada que capta lo oculto.
ResponderEliminarY sin duda busca provocar que emerja.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs tan concéntrica la vida de los humanos...
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