(Karin Székessy)
Sé que no te esperabas esto, maldito. Puedes pensar que es mi manera de resarcirme de tu crueldad. Deberías agradecérmelo. Podría haber sido más contundente, pero debes vivir para padecer. Nunca sabrás en tu carne cómo me sentí yo todo el tiempo que te apoderaste de mi vida con total impunidad. ¿Te paraste a pensar en el mal que causaste a otros con mi desaparición, y que todos pensaron que había sido definitiva? El cuidado de la imagen externa y la culta exhibición de convivencia en los círculos de gente tan falsa como tú podía engañarles a ellos. Pero en las horas de tu actividad monstruosa, proyectabas tu verdadera identidad, transgrediendo mi cuerpo y el de otros con absoluta vileza. ¿Te satisfizo eso alguna vez? La excusa era sacarme información, obligarme a confesar lo que no era, forzarme a implicar a otras personas que eran tan inocentes como yo. Ni tú ni tus secuaces os creíais nuestra supuesta culpabilidad. No te ocultes tras tus jefes y sus órdenes. A ellos solo les importaba un castigo ejemplar, sin reparar en consecuencias. Más bien tratando de que se produjera el mayor exterminio posible. Enrolado voluntariamente en ese plan infame, yo, tu hembra única, como me denominabas, carente de la libertad más elemental de mí misma, fui un objeto para tu persistente depravación. Miserable, secuestraste mi edad, me arrancaste de la gente querida, me negaste la luz, me privaste de alimento, me condenaste a las noches de las alimañas, desvaneciste mi conciencia, anulaste mi voluntad, me entregaste a las bestias, deshiciste mi cuerpo, hurgaste en mis entrañas. De qué manera envidié la fragancia de la primavera cuando penetraba por las rendijas de mi cautiverio. Nunca sabrás en ti mismo cómo una saliva indeseable puede humillar la piel. Cómo una voz lasciva puede herir los oídos de quien es forzado. Cómo la amenaza puede quebrar la resistencia. Cómo los tormentos más sofisticados pueden aterrorizar los profundos rincones de la mente. Cómo la violación puede hacer odiar el disfrute de la vida. Llagaste con tus manos bárbaras cada palmo de mi cuerpo, maltrataste hasta el extremo mi desnudez. ¿Pensabas que yo iba a ceder a tus malévolos deseos? Podría hacer una descripción detallada del horror, pero lo resumiré diciendo que tú mismo eras horror. El hombre en el que todo eran sonrisas, que seducía a las bellas mujeres de aquella corte de delincuentes desprendiendo bonhomía, trocaba cada jornada sus composturas al atravesar aquel antro de criminalidad legal. El canalla que habitaba en ti se crecía y desplazaba la otra faz. Allí, conmigo, mostrabas el único rostro con el que crees sentirte consistente. Un rostro que un día se volverá contra ti mismo.
Te he robado a la novia, pero no te preocupes, la compensaré de tu engaño. Es mi modo de vengarme y de recuperar algo de mi vida, que tú, infame torturador, destrozaste.
Un horror.
ResponderEliminarMuy buen relato, te felicito
Francesc Cornadó
Describir el horror desde la ficción se queda muy lejos del padecimiento en propia carne por parte de la legión de víctimas que ha habido y hay en este mundo. Padecimiento causado por las bestias. Gracias.
EliminarEl amor tiene muchos rostros, el horror es uno de ellos.
ResponderEliminarEl horror sin amor tiene muchos más rostros, me da la impresión.
EliminarLo peor es que no solemos mirarnos al espejo y la mayor parte de las veces no distinguimos nuestras facciones.
EliminarEl guiño del espejo es sabio, se trata de nuestro estado de ánimo, cuando no de toda nuestra manera de ser.
EliminarEs mejor utilizar el espejo como Alicia, para viajar. No sé, hace tiempo que no me complacen las poses.
EliminarEl imprescindible espejo, que si no lo tenemos lo inventamos.
EliminarCaramba, un texto duro y desgarrador, que nos demuestra com el ser humano puede a veces ser más depravado que los animales...Y suelen tener dos caras, una muy atractiva en el exterior Y la del terror, dentro de casa!
ResponderEliminarPetonets.
Cierto, la depravación es una característica muy humana. Los textos más duros son los que podrían escribir los torturados que hayan sobrevivido. En muchos casos así ha sido, en otros no han vivido, como suele decirse, para contarlo.
EliminarA veces las mayores lecciones se encuentran entre la dureza de lo diario.
ResponderEliminarEntre lo bello o absurdo que vamos dejando tras nuestros pasos y creemos pasado , pero en verdad es nuestro legado.
Un saludo de luz ✴
Naturalmente que hay lecciones cercanas. Otras, te las encuentras simplemente porque en cualquier plano, privado o público, hay gentes dispuestas a eliminar a otros seres humanos para perpetuar su poder. El legado se amontona en nuestra sociedad más próxima y en los países más lejanos. Saludos.
EliminarLa capacidad de dañar es portentosa en el ser humano. No creo que haya otra criatura que despliegue el mal de tantas maneras, con toda la aviesa intención. Vamos, un asco que repugna.
ResponderEliminarNi yo, y además es un crecimiento progresivo el del mal. Entre la envidia, la avaricia, la soberbia y el afán de poder, en los ámbitos tanto familiares como de colectividades más amplias, la capacidad de dañar es inmensa. Algunos incluso utilizan todos los resortes de un Estado de Derecho para manipular y hacer mal legalmente. Claro que entonces, ¿qué queda del civilizado Estado de Derecho?
EliminarLa tortura es un caso extremo, nada infrecuente, que muestra que hay dos clases de individuos como poco en esta vida. Si ambos tipos de individuos tienen manifestaciones radicalmente opuestas, ¿de qué tipo de individuo hablamos cuando reivindicamos los términos humano, humanidad, humanitario? ¿Por qué solo concedemos el título a uno de los dos hombres? Al hacerlo, ¿no estamos tratando de ignorar, con todas sus consecuencias, la maldad y así nos va?
ResponderEliminarBuena pregunta, se ve que los humanos no somos tan unidimensionales como algunos quieren hacer creer. Eso por una parte. Por otra, que somos también una clara manifestación de los contrarios, opuestos o...complementarios, que diría el otro. Sí, es curioso que reservemos el término "humano" o sus derivados que dices para una parte o manifestación conductual del ser humano. ¿Será que nuestra conciencia dividida nos lo exige?
EliminarEl texto nos muestra como podemos ser de refinados cuando aparece nuestro lado cruel. Todos somos duales, capaces de lo mejor y lo peor. Creo que la venganza está muy denostada, suele ser peor lo que nos induce a ser vengativos.
ResponderEliminarBuen texto! Saludos.
Borgo.
O un jugar a dos (o más) bandas, que suele ser usual entre los hombres. Pero das con la clave: es lo que nos induce a ser vengativos donde fermenta nuestra capacidad de ejecutores de mal. Y por ahí van los tiros. Gracias, Miquel.
EliminarOi, Chtón, bom dia !
ResponderEliminarA beleza do teu blog me fascina, me embriaga...
Parabéns e um fraterno abraço, aqui do Brasil.
Sinval.
Obrigado por parar aqui, Sinval,
EliminarDa la impresión de que la venganza de la víctima consistió en revelar el secreto del sádico, revelarle que hizo, a quien era la novia. Tal vez evitar que se convirtiera en una potencial víctima.
ResponderEliminarBien escrito.
En efecto, y ponerle la puntilla conquistando a su novia. Tal vez evitó una víctima, pero un personaje cruel siempre persigue otras víctimas, desgraciadamente.
EliminarEl salvajismo de una mente enferma tiene que dar señales... siempre me pregunto cuando se destapa la barbarie humana ¿cómo es que nadie se dio cuenta? ¿será posible que no haya algo que delate la maldad de los desalmados?
ResponderEliminarPero acaso hay gente que no sabe captar las señales o no quiere, lo cual es de una miopía terrible. La barbarie es naturaleza, terreno sin ser tocado aún por el razonamiento y el sentido del respeto entre individuos y colectividades. Lo peor es que también es algo de ida y vuelta. La Historia del siglo XX nos cuenta cómo sociedades tan ungidas por la Razón llegaron a ser bárbaras hasta extremos impensables. Al malvado se le ve venir, como se ve venir a los regímenes malvados que quieren gobernar, pero hay tanta ceguera...
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