(Nobuyoshi Araki)
A la joven Ito Kabane el barrio donde vivía el anciano le pareció apacible. Algunas nuevas edificaciones habían alterado para peor el perfil arquitectónico, pero sobrevivían cogollos de pequeñas viviendas que permanecían sin modificar, en un estado análogo a décadas pasadas. Si bien humildes, no se las veía abandonadas y, no obstante la sencillez de los materiales, se observaba en ellas ciertos cuidados que expresaban vida. El mantenimiento del jardín, un pequeño huerto activo, la reparación de los tejados, el adecentamiento de las fachadas. Los compromisos de Ito Kabane la habían mantenido alejada del anciano durante varias semanas. Creí que te habías olvidado ya de nuestro acuerdo, dijo sorprendido y tembloroso Tatsuaki al verla entrar en su casa. Se arrepintió al instante, por si sus palabras contenían reproche, él que no era dado a reprochar nada a nadie. La modelo se había presentado en el antiguo estudio del fotógrafo sin avisar. Me pillas con el piso descuidado, avanzó como excusa para disimular su confusión. Confusión que pretendía disimular una incontenible alegría por la súbita aparición de la mujer.
El estudio propiamente dicho ocupaba la planta superior de la casa. Pocos cambios había realizado en él. Mantenía sus cámaras antiguas, su cuarto oscuro, un tanto desasistido, y aquellas telas que en ocasiones utilizaba para que los cuerpos de sus clientes resaltaran. Todo ello bastante obsoleto. Ito lo advirtió pero no dijo nada. Duermo en la parte baja, le dijo Tatsuaki, ya te habrás dado cuenta al pasar. El revoltijo habla por sí solo, insistió avergonzado. Antes había sido al revés, la vida privada arriba y el trabajo en la planta de calle. Mi cuerpo no está para andar subiendo y bajando ni siquiera estos cuatro peldaños. Además, y el hombre dio cierto énfasis a sus palabras, la luz que se recibe arriba ayuda a mi vista y a una suerte de alternar luces y sombras cuando tengo que realizar una fotografía especial. Prefiero la luz natural, confirmó. ¿Sabes, Ito? Nunca quise añadir nada a las imágenes de los clientes que no aportaran ellos mismos por su propia manera de ser. ¿Cree que hay dos luces entonces?, preguntó Ito al anciano. Siempre, aseveró Tatsuaki. La clave de una buena toma es cuando la luz externa, no importa si abunda o escasea, si es soleada o turbia, coincide con la que desprende un cuerpo. Ito mostró asombro. Me gusta su teoría, dijo. No, no me lo invento, se defendió el fotógrafo. Lo tengo comprobado, podría mostrarte infinidad de copias y tú misma distinguirías enseguida dónde se da esa convergencia de luces y cuáles se deben solamente al artificio. La joven le miró con ojos asombrados. Me gusta su talento, Tatsuaki, para mí su manera de proceder es todo un un desafío. Hasta ahora había estado rendida forzosamente a las luces y los fondos artificiales. Y, desde luego, a las órdenes y los caprichos de fotógrafos con dudosos escrúpulos, y pobre imaginación. Pero su método, señor Tatsuaki, es una propuesta que me cautiva, aunque no sé si sabré responder convenientemente. Sabrás, no lo dudes, dijo el anciano. Además, prácticamente lo vas a hacer todo tú. Imagina que yo apenas te digo: detente o muévete. Y que a partir de esos dos conceptos, digamos, opuestos y aparentemente irreconciliables, tú decides si quieres quedarte parada, echada o de pie o sentada recogida sobre tus rodillas, en las múltiples formas que un cuerpo puede adoptar. Y en esa decisión por detenerte un instante ha obrado mientras un movimiento, varios movimientos, aquello que denota que para llegar a una meta física antes hay que cambiar algo. Ito sintió un desasosiego placentero. Pero, ¿todo eso tiene que salir de mí?, preguntó. No voy a exigirte nada, respondió Tatsuaki, solo podría sugerir si tú misma dudas. Pero incluso dudando ya me estarás mostrando cómo eres. Imagina que solo te digo: Ito, llegas de la calle, apesadumbrada por algún problema o contenta porque has resuelto algo, y estás en tu casa, y haces lo que sueles hacer en tu casa, tocas los objetos que quieras, te sientas donde te apetece, te tumbas con la mirada perdida en el techo o das volteretas sobre el tatami. Estás sola y obras como te da la gana. Pues bien, aquí tampoco habrá nadie. Este viejo loco estará tras una sombra silenciosa, empuñará sin ruido una vieja cámara y simplemente seguirá con pasos débiles, sin molestar, el ejercicio de tu cuerpo. ¿Te ves capaz de ser así? Y mira que digo ser, no actuar. A Ito Kabane la proposición delicada del fotógrafo le pareció que celebraba, como nunca había sentido antes, el casamiento de la materia con la feminidad. Puedo intentarlo, respondió conteniendo sus emociones.
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ResponderEliminarHubo un tiempo en que allá convivían dos culturas. No sé si la occidental se ha impuesto del todo pero Tatsuaki es un superviviente de una y un puente con la dominante ahora.
EliminarAunque no sé si he entendido bien lo de la cultura contradictoria, que dices.
EliminarBuena forma de obtener la mejor imagen de una modelo.
ResponderEliminarSaludos.
Tal vez la mujer busca la mejor imagen de sí misma. Saludo.
EliminarLa luz y la sombra
ResponderEliminarel movimiento y la quietud
la voz y el silencio
a mi no me perpleja tanto la contradicción
como el momento en que deja
deser una cosa
para pasar a ser otra;
como yo y el suelo que piso
como yo y el aire que respiro
como yo y su cuerpo
al deshacernos.
Siento al leerte
un recuerdo a Mr Gwyn.
No es fácil tener clara conciencia o no tenerla siquiera del momento de cualquier tipo de tránsito. Tal vez la perplejidad ya sea simplemente esa luz, aún tibia, que anuncia lo consciente, donde aún no somos capaces de racionalizar. O no somos siquiera cambio...¿no te has sentido suelo, aire u otro cuerpo simplemente porque siempre nos ha rodeado cada uno de esos elementos y nos ha hecho suyos? Fuimos, somos, todo eso, donde el yo se diluye.
ResponderEliminar¿Lo de Mr Gwyn?
Es un libro de Baricco
Eliminardonde el protagonista
construye
un escenario que me ha recordado
al de tu fotografo.
Ah, pues si merece la pena trataré de leerlo. ¿La merece? Gracias.
EliminarConstruye bonitas imágenes
ResponderEliminarEs agradable
Pero hay algo de rebozo
que me sobra.
Dicen q Seda
es mejor, no me lo he leído.
Tomo nota, aunque hay tanto y hay que elegir...Y uno ya va contrarreloj, y por etapas. Gracias.
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