"Todo lo interesante ocurre en la sombra, no cabe duda. No se sabe nada de la historia auténtica de los hombres."

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche.



17 de marzo de 2016

La redada



(René Groebli)


Nacemos para la muerte, bramó el sumo sacerdote desde las gradas del templo. Hubo un silencio que encogió aún más la naturaleza de los obligados acólitos. Aquella gente, sumisa por circunstancias forzadas, no estaba acostumbrada a tal clase de imprecaciones. Acaso por esa razón la voz de trueno y la sentencia rigurosa del clérigo les perturbó. Estaban allí a causa de la redada que había tenido lugar en todos los antros de la ciudad, a excepción de aquellos locales de clase alta que exhibían su hipócrita rótulo de espacios reservados y que eran intocables. Los tugurios fueron registrados palmo a palmo por las huestes clericales y se había conducido por la fuerza hasta la magnificente seo a tahúres, prostitutas, clientes, rufianes, beodos asiduos, sicarios, traficantes de vicios mayores y menores y delincuentes de infame ralea. 

Nacemos para la muerte, que nadie lo dude, insistió con voz suavizada el predicador y añadió con tono profético: pero morimos para la vida. Nadie de los presentes le entendió. Quien más o quien menos dio vueltas en su magín al oculto significado de aquella frase que parecía sacada de lo más profundo de los libros sagrados. Suena bien, dijo uno de los apresados al que tenía al lado. Pero, ¿qué ha querido decir?, respondió el de atrás. Me gustaría morirme entre alcohol y putas, soltó el que despedía un tufo ácido desde lo más hondo de su estómago. Pues a mí no me importaría correr el peor de los riesgos por conseguir los tesoros que debe tener este vocero, comentó sarcástico el especialista consumado en asaltos. 

El alto clérigo, en aquel cuchicheo sordo creyó percibir la inquietud de la masa. Ya van encarrilados, pensó. Y se deshizo en una catarata de recomendaciones ásperas. Tenemos que purificaros, dijo, y se corrigió. Tenéis que purificaros, tenéis que limpiar vuestros espíritus y cambiar vuestras actitudes para que no muráis antes de tiempo. Y lo trágico no sería que desaparecierais, pues la sociedad agradecería la limpieza, sino que unierais el destino malogrado que os ha marcado en vida a la desdicha de la condenación, donde lo peor no es tal sanción sino vuestra negación eterna. 

La turba allí domesticada siguió sin entender a aquel personaje, pero en voz baja alabaron su buen decir y la facilidad de palabra. Debe desear para nosotros algo bueno, pensaron muchos. Asomaron las primeras lágrimas, las fáciles, entre los más débiles. Otros cayeron en una profunda introspección en la que no se sabía si lo que cundía era miedo, el arrepentimiento de sus conductas díscolas o el tanteo para sortear aquel destierro que no les proporcionaría ya placeres sino dolor e insatisfacción. A uno de los indóciles, aprovechando una pausa motivada por la contención de un gargajo por parte del orador, se le ocurrió alzar prudente la voz. Preguntó. Si nos corregimos y expiamos, ¿podremos ser modelos para otros pecadores? Todos temieron que la pregunta, un tanto soberbia, irritase al clérigo. Pero, de pronto, éste se dulcificó, contempló de un extremo a otro a la grey, pasó revista con la mirada a cada una de sus ovejas. Todos vieron cómo el férreo pontífice de la advertencia se emocionaba. Miradme a mí, dijo atemperado. ¿Pensaríais que yo fui una vez como vosotros? Todos se sorprendieron y turbados negaron con la cabeza. Pues bien, lo fui. Yo y la mayoría de los que fueron un día ungidos como yo.

La tensión se propagó bajo la sobrecogedora bóveda. Algunos cayeron genuflexos, como si las palabras escuchadas sonaran a revelación. Clamaron a gritos que se arrepentían de su pasado. La mayoría, viendo oportunamente una salida a su detención, se sumó con toda clase de manifestaciones grotescas y exculpatorias. Perdón, padre rector, queremos entrar en vuestro predio de bondad, vociferaban con falsa compunción. Entonces el sumo sacerdote se conmovió, su cuerpo entró en convulsiones, el verbo ducho se le bloqueó y no supo sino repetir nerviosamente una vez tras otra: yo fui como vosotros, yo fui como vosotros. 





14 comentarios:

  1. Cómo siendo como vosotros se llega a ser peor que vosotros. Encogido en la naturaleza de un ombligo de predicador, una oveja se alza sobre las otras ovejas para delinquir el redil y el pastoreo hacia el trasquilar.

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  2. Empezamos a morir en el instante de nacer...
    Quizàs su alma se traspuso, cuando se dio cuenta que no tenia derecho alguno a hablarles así, al fin y al cabo, él les precedió en sus correrias, aunque parece que con un arrepentimiento tardío...
    Bona nit.

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    1. Roser, es que hay cierta gente que se cree que van a ser eternos y viven de pontificar. No se transponen con facilidad los que se creen en posesión de la verdad y la traicionan constantemente. Bon dia.

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  3. la fecha de caducidad viene de serie, y siempre inesperada

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  4. "En este mundo con hambre de justicia, paz, ternura y sinceridad, tu amor puede ser el pan para saciar muchas vidas!."

    Te deseo una buena Semana Santa !!!!!

    Cariños

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    1. Vaya, ¿de quién es esa cita que parece pletórica de bondad y buenos deseos? Como estás viendo por el panorama social aquí y allende fronteras, o el amor no existe o no sirve o no soluciona o todo a la vez.

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  5. Muy curioso, el texto suena a una especie de ajuste de cuentas, pero se entiende.

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    1. Si la vida es una sucesión de cuentas, no siempre matemáticas, es inevitable ajustar unas con otras por encontrar sentido a los orígenes y, cómo no, al destino. Gracias Ariadna.

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  6. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra...
    Genial como siempre.
    Besos!

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    1. Y la segunda y la tercera, porque seguramente los que más predican son los más deleznables, aunque ellos no quieran admitirlo, por aquello de no quebrar su vivir del cuento. Gracias, Lucía.

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  7. EXCELENTE. MUY GENUINO TRABAJO.
    ABRAZOS

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