(Ishiuchi Miyako)
No estés inquieto, yo te acogeré, dijo ella. Han sido muchos años de desamor, comentó el viejo. Sólo los que no han amado nunca, o escasamente, ignoran la fuerza que para cada uno conlleva la decisión del desamor, le respondió la joven con audacia. Lo ves así porque eres joven, Ito, pero el desamor no es únicamente alejamiento de otra persona. No se decide, se instala de manera lenta y dañina. Lo peor es que te alejas de ti mismo. Que ya no te atreves a probar de nuevo con cierta consistencia, que no sabes reconstruir tu mundo afectivo. Y te acostumbras a lo fácil, a la oportunidad que te surja. O al olvido. Pero eso te obliga a sacar fuerza de ti mismo y te pone en el camino de la superación, Tatsuaki, dijo ella con soberbia juvenil. Yo he vivido siempre de esa manera y aquí estoy, y sonó a confidencia. Más o menos a gusto, pero sobreviviendo, y sabiendo distinguir quién quiere aprovecharse de una o quién te necesita realmente, dure lo que dure el sentido de un encuentro. El amor es siempre circunstancial, y más cuando oficios como el mío no te dan estabilidad, remató Ito Kabane. Sus ojos se encontraron a través de miradas diferentes pero intensas. No estés inseguro, dijo al anciano atrayendo su cuerpo frío hacia el propio. La firmeza de ideas de la joven estremeció al hombre. Hablas como yo opinaba hace mucho, eres una alumna aventajada de la esperanza, pero mi tiempo es un tiempo extraviado. Sintió que el cuerpo flexible y encendido de la mujer se apoderaba del suyo, y quiso creer que lo había tenido siempre. Tantos años...musitó en un guiño quebradizo. Habré perdido el saber acumulado, tal vez las reacciones de los sentidos, sin duda que la energía. Pero no la ternura, estuvo a punto de soltar ella. No te acojo por compasión, ¿sabes?, ni por curiosidad, entiéndeme, ni por ponerme a prueba a mí misma, dejó caer espaciadamente la modelo en el oído del fotógrafo. No me lo creo, pensó para sí el hombre, pero no respondió. Prefirió la seguridad de la ilusión incierta. Notó que su cuerpo despertaba de un letargo largo, extendió las manos hacia la belleza oferente y se dejó querer.
La carencia de amor no es exactamente el desamor. Nadie elige sus carencias.
ResponderEliminarTal vez, mas a veces la frontera es una línea imperceptible.
EliminarMe recuerda a los personajes de H. Kawakami en " El cielo es azul, la tierra blanca"...
ResponderEliminarUn abrazo grandote.
Vaya, tu comentario es un acicate para mí, para que lea la novela que citas, sin duda. Muchas gracias por pasar y comentar, Laura. Un abrazo.
EliminarQue complicado es dejarse querer.
ResponderEliminarUn abrazo, también.
Un toma y daca que no debe perder su sentido de comprobación, porque llegar, lo que se dice llegar, al otro es misión ardua. Gracias, Dana, un abrazo.
Eliminar¿Dónde empiezan y dónde acaban los procesos de acercamiento? Un encuentro casual, un espacio laboral compartido, un hobby, un intercambio fortuito de ideas, un fotógrafo y una modelo que trascienden su ámbito...Esto de ser humano es diverso y enrevesado, a veces impredecible.
ResponderEliminarY sin embargo, hay que intentarlo, ¿no crees?
EliminarCiertas cosas no nos las enseñan los años ni las experiencias, ni nada más que el estar con otro.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Enseñanzas en dos direcciones, por enriquecimiento o por hastío, pero aprendizaje ambas, sí, incluso hasta los 90. Cordialmente.
EliminarAcostumbrarse al olvido... qué doloroso!
ResponderEliminarHay quien lo utiliza, no sé si erróneamente o porque no puede de otra manera, como método de cura. Uf, pero esto es más patético, ¿no?
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