"Todo lo interesante ocurre en la sombra, no cabe duda. No se sabe nada de la historia auténtica de los hombres."

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche.



10 de junio de 2020

Los criados de los samuráis



The waterfall where Yoshitsune washed his horse in Yoshino, Yamato province from Tour of Waterfalls in Various Provinces. Colour woodblock, 1833. Bequeathed by Charles Shannon RA. © The Trustees of the British Museum.
(Katsushika Hokusai)




En un recodo del río Oi los desniveles del terreno precipitan la corriente. Allí dos criados de los últimos samuráis llevan a bañar los caballos de sus amos. ¿De qué vive tu señor?, le pregunta el más joven al otro. ¿Tú que crees? De lo mismo que el tuyo. De sus sueños de gloria y de nosotros los criados, replica el mayor con ironía.

Kazuma, el joven preguntón, que anda descubriendo todavía el mundo y está convencido de que se lo descubre a los demás, crédulo de saber interpretarlo manifiesta discrepancias. Pero sus glorias les proporcionaron riquezas y gracias a ellas viven bien y por eso nosotros tenemos empleo. Shima, el compañero, está más curtido en los lances de la discusión y apea al otro de su visión bienintencionada. Ah, ya, unos bienes logrados a costa del perecimiento de gentes a las que ni siquiera conocían. ¿O qué crees? ¿Que los samuráis o los sogunes o los nobles de las ciudades se regalan propiedades y servidumbres por las buenas? Kazuma se obstina en su pretendido saber. El arte noble de la guerra lo permite, dictamina. Sí, ríe Sima, sobre todo cuando ese valeroso arte se fundamenta en fomentar guerras para hacerse con lo que otros poseen. ¿O pensabas que las guerras son inocentes por naturaleza? ¿O que solo son una respuesta a las intenciones bélicas de otros? Las guerras traen desgracias a unos pero fama a otros, replica Kazuma, y nada se puede hacer por impedirlo. Son tan antiguas e inevitables como nuestros antepasados. Y te diré que a mí me hubiera gustado ser samurái de haber nacido en otro mundo. Son gente que se hacen respetar, aunque actúen para sus señores, y cultivan reglas de fidelidad, no teniendo inconveniente en sacrificar sus existencias por quienes les han dado razón para vivir. Su austeridad yo no podría compartirla, pero acaso en ella está la clave de lo que son.

El compañero frota con ahínco el lomo del caballo de su amo. Qué ingenuo, le rebate Shima. Exaltas en exceso un oficio de armas que ya sé que mucha gente contempla con admiración. La fidelidad vale mientras les es reconocida. Unos valores se dan siempre a cambio de otros. Nada hay en esta vida por encima del trueque.  Y el intercambio tiene muchos rostros o, mejor dicho, diversos precios, y exige no solo lo que se muestra sino lo que se oculta. No te fíes de la apariencia de las cosas por mucho que parezcan regir el mundo. Pero el honor es un valor excelso, y ellos por ahí jamás negocian, insiste Kazuma. Shima, al que los años le han hecho más escéptico, detiene su tarea. El código del honor, amigo mío, no es aplicable a los que están por debajo de ellos. ¿Tú has visto alguna vez que a sus criados les traten con la condescendencia con que actúan respecto a los que tienen poder? Sí, ellos tienen su código particular y nuestras divinidades se lo bendicen, eso está claro. Pero los que no hemos salido nunca de nuestra condición ínfima deberíamos regirnos por otro código:  el de considerarnos unos a otros de igual a igual y ayudarnos en lo posible. Ahí también tienes razón, salta Kazuma, pero si pudiésemos elegir la manera de vivir, ¿por cuál optaríamos? ¿Por la de los samuráis o por la de los criados? Shima sacude la crin del caballo que asea. Hermano, le responde, no aspiremos a entender planetas en los que no pondremos jamás los pies.




(Tener claro dónde estás, porque eso es lo que eres)


8 comentarios:

  1. Esa élite, como en toda cultura, tiene, tenía, ingresos y prebendas que el pueblo no puede ni oler.

    Un abrazo

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    1. Había varias élites, incluso ellos, los samuráis, formaron una bastante poderosa.

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  2. Sí, Chitón, y eres según donde estás.

    Me ha gustado mucho.
    Saludos

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    1. Por supuesto. Y que haya suerte sobre dónde caemos. Gracias, osa, por leer.

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  3. Coherente hasta el fin, sea cual sea.

    Saludos,

    J.

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    1. La coherencia de ver con claridad lo que existe y se da. Saludo.

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  4. Y es que no hay nada como ser astronauta,... para poner el pie en otros planetas
    ;)

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