"Todo lo interesante ocurre en la sombra, no cabe duda. No se sabe nada de la historia auténtica de los hombres."

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche.



21 de junio de 2020

Presentes y mortales


(Katsushika Hokusai)


Abuelo, cuando nos desplazamos a otra aldea o cruzamos el río la montaña está siempre ante nuestros ojos. ¿Es una divinidad? El abuelo se va acostumbrando a las preguntas que despiertan en el chico. Le alegran, pues sabe que la ingenuidad es el primer paso hacia el descubrimiento. Lo que en la naturaleza está siempre presente ante nuestra mirada es como una divinidad, le contesta. ¿Y es verdad que tiene fuego en lo más profundo?, continua el nieto. Probablemente, se asombra el hombre, como lo hay también dentro de nosotros pero con otra clase de calor. ¿Y es cierto que hay parejas muy ancianas que suben por sus laderas y no quieren ya bajar?, y el pequeño parece que hubiera estado guardándose las preguntas durante mucho tiempo y ahora las volcase de sopetón. Hay ancianos que se encuentran muy cansados y eligen esa manera de no seguir estando entre nosotros, confirma el otro. Abuelo, ¿tú piensas subir algún día y quedarte allí? El anciano aprieta enérgico la mano del niño. No es algo que haya que pensar. Solo si el fuego que llevo dentro se va apagando y me avisa de que me va a abandonar, entonces puede que quiera subir. Pero puede también que quiera acostarme en una barca y flotar sobre las aguas del río, a merced de la corriente, o simplemente me quede sentado en la poyata de fuera de nuestra casa, sin pensar, sin recordar.

Al nieto le estimulan las respuestas del abuelo y no cesa en el diálogo. ¿Por qué los ancianos se quieren ir y en cambio hay gente más joven que no quiere morirse? Los ojos del abuelo destellan. Apenas duda en la contestación. El viejo ya no tiene nada que perder. El joven, o el niño, aún no tienen casi nada que perder. Pero ¿por qué le das vueltas a lo que no está en nuestra mano sino en poder del Tiempo? El crío juega con las barbas del anciano y se encoge de hombros. Ah, dice, entonces ¿el verdadero poder no lo tiene la montaña, siempre tan grande y tan presente? Es que la montaña también se debe al Tiempo, replica el abuelo, aunque eso no lo puedes entender todavía. Pero el chico no se rinde. Y al Tiempo ¿se le ve con tanta claridad como a la montaña? Si se quiere ver, sí, pero se trata de otro paisaje, más cambiante y menos duradero, sentencia el hombre. Tú y yo somos Tiempo.  Tú eres el tiempo que tuve y yo soy el tiempo que algún día tendrás. Pero el niño ha hecho correr unas canicas y deja al abuelo con la palabra en la boca.





(El triunfo de la presencia conlleva el precio de la mortalidad)

16 comentarios:

  1. Qué diálogos mas tiernos, pero mas trascendentes...

    Cuanta curiosidad y cuanta sabiduría tienen los niños en su inocencia!... Y cómo adaptar la experiencia de los abuelos, para hacerle comprender las respuestas...

    Saludos soleados.

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    1. La curiosidad es maravillosa y bien dirigida por adultos puede dar sus frutos. Pero recuerdo que de niño a veces preguntaba ¿y sabes qué me respondían? Que qué preguntón era. Probablemente no sabían o no podían responder. Los niños siempre son audaces y aquellos tiempos de dictadura católica y derechista inhibía a muchos adultos. Todo era tabú, pecado y prohibición. Saludos de la nocturnidad.

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  2. Los niños guardan las preguntas para los abuelos, quienes, como el de tu cuento, suelen tener paciencia, gas y sabiduría para contestar. Muy sabiamente le explica las cosas de la vida, dejando para el final el concepto del tiempo, su pasado y el futuro del niño, pero, por supuesto, el niño, en su presente, se abstrae con las canicas. Exactamente igual que el anciano a su edad.

    Un abrazo y feliz noche

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    1. Los abuelos suelen ser más suaves. El padre y la madre encarnan el control directo, y a veces neurotizante, sobre un niño. Pero en los abuelos, que además tienen otro tiempo de vida y una mente más tolerante o al menos comprensiva, a más de que emocionalmente adoptan un nuevo papel en sus vidas de cariño y entrega a los nietos, en ellos los niños pueden encontrar verdaderos tesoros humanos. He conocido personas que han querido más a sus abuelos que a sus padres. Hay de todo. Lo has captado muy bien. Los tiempos, digo.

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  3. De niña soñaba con algún abuelit@ sabio. Después la vida, como a todos, me hizo correr tras bellas canicas rodantes. Ahora se que siempre estuvieron presentes a través de su ausencia y mi adn. Alucinante. También siento que aquellos invisibles abuelit@s querid@s me viven y las cosazas que cuentan!

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    1. Pues la invisibilidad sentida -por la magia del cerebro y la imaginación- tienen un gran valor, me alegro que te acompañen. Yo solo conocía a abuelos de una parte solo. Y de esta parte fue el abuelo el que me dejó huella aunque me dejó colgado cuanto tenía siete años. Y eso que eran tiempos nada fáciles.

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  4. Bellísimo texto al que no puedo dejar de relacionar con mi último escrito, inspirado a su vez en una película que me conmueve cada vez que la veo. Un abrazo

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    1. Creo que quien más o quien menos tenemos relacionadas nuestras vivencias, asociamos ideas y vinculamos recuerdos análogos. Gracias por estar, Neo.

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  5. Muy bueno.
    Casi que siento que conocí a un abuelo de los que nunca tuve.

    Saludos,

    J.

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    1. Hay quien ha tenido todos los abuelos, los que no hemos conformado con la mitad y quienes hemos percibido más intensamente a la mitad de la mitad. Gracias, José, por seguirme y leer.

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  6. En ocasiones le pregunto a mi hija, sobre la influencia que tuvieron sus abuelos en ella. Y es que a mi, la vida solo me ofreció la posibilidad de conocer a mi abuela paterna, cuando yo tenía 12 años y solo durante un mes y medio del verano. De los demás tres abuelos, no tuve ocasión.
    Y es curioso como aquella anciana, sigue fresca en mi recuerdo, inclusive su voz, sesenta años después.

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    1. Sí, es asombroso el recuerdo y la influencia. Los niños son receptivos naturales, perciben lo que el orden de los adultos no interfiere en ellos, debe ser eso. Y esa complicidad que yo viví con mi abuelo paterno durante unos años escasos fue suficiente. Alguna vez he puesto en el otro blog su fotografía convertida en retrato magistral a carboncillo por una vecina artista.

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  7. Un texto realmente hermoso. La hermosa curiosidad de los niños, la tranquila sabiduría de los abuelos y su sonrisa permanente.
    No sé si llega a apagarse realmente el fuego, de algún modo, en determinados momentos, lo traspasan a sus nietos.
    Un abrazo inmenso y gracias por este momento tan mágico.

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    1. Pues acaso tienes razón. El fuego es transmisible y esa puede ser la herencia que justifique la existencia de quien se va. Gracias a ti por seguir y leer.

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  8. Es una preciosidad este relato, incita a imaginar a los personajes, sentarse junto a ellos y envueltos en la fascinación, escuchar. También mirar la montaña, una soberbia y poderosa montaña como la que pintaba y describía el gran Wang Wei.
    Me ha encantado,todo en él es cuidado y cargado de esa sabiduría que da la vida y la observación, sabio el abuelo, curioso y lleno de preguntas el niño, ambos intensamente vivos.
    Te felicito!
    Muchas gracias!

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    1. Cuando uno imagina personajes exorciza las pérdidas de los propios que ha tenido en su vida. Un intento de ganar la apuesta al desconcierto de la vida. Gracias por comentar y me alegro que te haya gustado.

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