(Katsushika Hokusai)
Shunro Iitsu, recién nombrado dignatario de la ciencia en la corte, viajó de incógnito para incorporarse. Al borde de un roquedal detuvo su caballo para contemplar el paisaje de la nieve. El invierno es protector, dijo a su criado. Los próximos ciclos de la tierra dependerán de cómo se comporte esta estación. La generosidad del suelo en los meses que vengan se está manifestando ahora mismo aquí, debajo de nosotros. Señor, no le digo que no, le respondió con humildad su criado Taito, y bien sabe que soy admirador de sus conocimientos como el que más. Pero mi cabalgadura son estas piernas y estos pies míos a los que no hará felices la naturaleza si permanecemos parados mucho tiempo. Taito, te entiendo y no deseo tu mal, le contestó Iitsu. Mas todo lo que tiene valor exige un sacrificio, cuando no correr un riesgo. Admira el entorno que se nos ofrece. Percibe la textura mollar de la nieve. Distingue las alturas encrespadas y los valles dóciles. Observa la recóndita flor que solo podrías hallar aquí bajo la advocación del manto de las divinidades.
Taito no paraba de dar pequeños saltos sobre la nieve. Diga si quiere que soy un quejica, pero ¿cómo extasiarse con la belleza cuando el calor le abandona a uno y la humedad hiere las entrañas? Cuando lleguemos a Edo agradecerás que hallamos elegido una ruta retirada y sensible, le consoló el dignatario. Una vez en la corte no tendremos tantas oportunidades de disfrutar de la tierra indomable y auténtica, por muchos jardines hermosos que dicen que hay allí. Por eso mismo tenemos que retener en la mente y en los sentidos cada detalle. De ello depende que en la ciudad apacigüemos nuestros instintos y controlemos nuestros deseos. El criado, que había estado atento, sacó sus conclusiones. ¿Quiere decir, señor, que todo allí es artificial y aparente? ¿Y que debemos compensar la realidad de lo ficticio con la verdad que la memoria resguarde dentro de nosotros? Bien lo has interpretado, mi servicial Taito. Y te diré más. Lo que hoy estás viendo y sintiendo dentro de ti podrás relatárselo a las jóvenes que cortejes. Allí también hay flores ocultas que esperan ser descubiertas por un sagaz explorador. Al muchacho le sonó mejor esa perspectiva que le brindaba su jefe. ¿Cómo son las mujeres de Edo?, le preguntó. El jefe fue severo. No descuides ahora tu mirada ni tu capacidad de percibir lo que tienes delante. Cuando lleguemos allí tendremos ocasión de hablar de las mujeres. ¿O pensabas que yo estaba al tanto? Mis conocimientos, prosiguió el dignatario Iitsu, abundan en la exuberante materia del campo, de las montañas o de los ríos, pero es deficiente en todo cuanto crece fértil y salvaje dentro de una mujer. Reemprendamos la marcha, Taito, que te quiero sano y salvo para acometer otro tipo de aventuras.
(Solo hay un instinto en la naturaleza, aunque tenga diversas expresiones)
Instinto de llegar a la flor oculta.
ResponderEliminarInstinto que no se puede ocultar, salvaje como la tierra misma.
Muy buen relato y un fotografía de Hokusai muy bonita.
Gracias Chitón.
Saludos
En el instinto está la esencia humana original. Pero el instinto se desarrolla. Los humanos lo vienen haciendo desde el principio de los tiempos. Y sin embargo se siguen debatiendo entre los entresijos más instintivos. Gracias, Rosa, por el comentario.
EliminarPara esa exploración no hay ciencia exacta que resista un juicio generoso.
ResponderEliminarUn saludo.
Así es. Tal vez por eso hay que relativizar la exactitud de las ciencias, pero promoverlas. Saludo.
EliminarEl autor es condescendiente con los lectores y les evita tener que leer el rosario de blasfemias e increpaciones que el bueno de Taito silenció mordiéndose la lengua para evitar la furia del "cuentista" del dignatario Iitsu.
ResponderEliminarY es que no importan las geocordenadas, los dignatarios tienen caballo y poca dignidad. Los demás van a pie y mal calzados.
La relación criado-amo ha sido siempre muy particular. No te cuento la de esclavo-señor. A veces pienso: lo que habrán tenido que tragar, pero también doblegarse para sobrevivir, criados y familias. Es lo que dices, incluso a los señores cultos, como este dignatario, se le ha subido a la cabeza el rango.
EliminarEs que el conocimiento de los entresijos de una mujer -o de un hombre- es asunto que requiere una sabiduría y experiencia que muy pocos alcanzan en esta vida.
ResponderEliminarPero para lo cual hay que arriesgarse a la exploración y a un camino que no pasa necesariamente por la ciencia comprobada y más por la empírica. Si funciona...Pero yo creo que algo aprendemos, ¿no?
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ResponderEliminarHe ahi. Aunque uno tenga posición y bienes y el otro solo sea un criado se necesitan mutuamente. También ocurría con las señoronas y los mayordomos, ¿no? Aunque lógicamente eso nos llevaría a considerar matices de relaciones laborables muy diferentes. ¿Unificar ambos extremos? Yo creo que habrá casos, aunque hay un dicho de que no se puede servir a Dios y al Diablo, ¿o sí?
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EliminarEn la especie el instinto de supervivencia más primitivo, pero seguramente más necesario, esto es, alimentarse, cubrirse y protegerse en un hábitat, ha imperado pagando precios elevados. Si hacemos un repaso de la Historia nos desconsolamos.
EliminarGracias por una historia tan mágica, Por otra historia tan mágica y vibrante.
ResponderEliminarGracias a ti, Paralelo, por leer. Hay que fantasear para que la vida ordinaria sea menos onerosa y desapacible, ¿no crees?
EliminarEsa exploración, esa aventura, por llegar a metas donde sentarse y reflexionar. Con Taito seguro que se fará una dialogo excelente y enriquecedor. Muy buena la imagen
ResponderEliminarUn abrazo
Los criados solían tener conocimientos de la experiencia de calle a los que recurrían los señores y señoras no solo por el relato en sí sino por utilizarlo para sus aventuras fuera del tiesto doméstico, por ejemplo. La imagen es fantástica, como todo lo de Hokusai. Buen día de autocontrol casero.
EliminarLa comprensión del universo femenino requiere mucho,... pero que mucho estudio y mucha pero que mucha perseverancia...
ResponderEliminarUn universo, por lo tanto, mucho más atractivo. Aprendamos prudencia y practiquemos la tenacidad. Dos herramientas de aproximación. Gracias, Baile.
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