"Todo lo interesante ocurre en la sombra, no cabe duda. No se sabe nada de la historia auténtica de los hombres."

Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche.



13 de mayo de 2020

El monje anciano y el novicio


(Katsushika Hokusai)


Cuando observas el paisaje, ¿con cuántos ojos lo miras?, pregunta el monje anciano al novicio que es considerado alumno avanzado. Este, que no quiere que quede en evidencia su prestigio, describe meticuloso y ufano sus percepciones. Lo miro con las manos porque palpo la tierra. Lo miro con los oídos porque escucho a las aves. Lo miro con la boca porque degusto sus frutos. Lo miro con el olfato  porque aspiro sus aromas. Lo miro con la vista porque quiero abarcar toda su geometría. El anciano afirma con la cabeza pero pone un gesto insatisfecho. ¿Solo ves con esos ojos lo que no se limita a ser un conjunto sino que se despliega en detalles? ¿Lo que no son apenas partes sino también un todo? Pongo todos los sentidos a disposición de la visión, dice el joven tímidamente. Entonces, si  las laderas de los montes, los caminos y los caseríos están cubiertos de nieve, ¿con qué ojos los ves? El novicio, en un golpe de ingenio, desafía la pregunta. Con la imaginación. Muy bien, dice el otro. ¿Y si la niebla cubre la distancia que transitas? El novicio se crece. Con la intuición, sin duda, exclama. Eres agudo y sabes distinguir la mirada nítida de la velada. Pero espera, inquiere el monje. El aire, por ejemplo, ¿con qué mirada lo observas? Si suena, es mi capacidad de audición la que me lo hace ver, dice el novicio, cuya respuesta vuelve a ser recurrida por el anciano. Y ¿si te golpea el rostro hasta herirlo y llenarlo de arrugas? El novicio no sabe responder y busca confuso una explicación. No sé, maestro, lo reconozco. Con la mirada del tiempo que transcurre, que es la más acertada y dolorosa, asevera el anciano. Pero eso tú, hoy, no puedes aún saberlo, pues hay miradas largas que solo van tras nuestros pasos.


(Nunca mirar solo en una dirección. Nunca reducir la dimensión de lo mirado. Nunca creer que se ve lo que aparenta dejarse ver)


12 comentarios:

  1. Intenta ir contra el viento, cuando choque lo verás.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Verás como vas para atrás, salvo que eches el ancla. Saludos.

      Eliminar
  2. Muy zen, y reflexión estupenda. Vemos con qué ojos, con los de los sentidos, por supuesto, pero también desde el interior.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estos monjes antiguos de Japón tenían cada ocurrencia...

      Eliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, es una mirada más fundamentada y que explica más el paisaje, pero también turbia. Las conclusiones que se sacan tras el transcurso del tiempo son ambivalentes y pesan sobre el estado de ánimo. Se ven claridades del pasado que oscurecen el presente, entiéndase.

      Eliminar
  4. Una hermosa alegoría que nos recuerda lo engañosos que pueden ser los sentidos y al mismo tiempo puede hacernos reflexionar sobre como el tiempo y nuevas miradas nos pueden posibilitar cambios de parecer, nuevas opiniones.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero las nuevas opiniones suelen darse sobre pasos perdidos muchas veces. A veces no llegamos a tiempo de saber mirar.

      Eliminar
  5. La perspectiva del tiempo como forma de ver... lamentablemente eso solo se aprende con el tiempo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y algunos ni con eso. Cumplen años y no quieren ni enterarse. Y luego llegan los errores de cálculo. Hay, especie. Gracias, Baile.

      Eliminar
  6. Interesante razonamiento. Percibir el paso del tiempo con la mirada...

    Saludos,

    J.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nos demos o no cuenta de ello, seamos más o menos conscientes, es lo que hacemos habitualmente. Saludo y calma.

      Eliminar