(Katsushika Hokusai)
¿Estás preparado para la celebración de las Estrellas? Toyo, la hija de la dueña de la casa de té, que se ha encontrado con el criado Suwa se siente excitada por la proximidad del acto más importante del verano. Siempre estoy más dispuesto a una celebración alegre que a un acto luctuoso, responde el joven. Toyo no quiere desperdiciar la ocasión. Espero que no faltes, pues aunque las estrellas se encuentren en el cielo nuestra alegría sería escasa si no coincidiéramos tú y yo. Tus padres no aprobarán nuestra complicidad, le recuerda Suwa. No olvides los problemas que tuvimos aquella noche que me pillaron en la cercanía de tu casa. Pero mañana es una fiesta colectiva, exclama animada la joven. Todos estaremos y pasaremos inadvertidos. Conque tú te identifiques con una de las dos estrellas y yo con la otra habremos trazado una línea de aproximación de la que nadie podrá percatarse. No olvides que es nuestro secreto. Suwa se rasca el cogote. ¿Crees, Toyo, que con imaginar que ambos somos una estrella nos conformaremos? Seguramente no, concedió ella, pero será una manera de seguir estando cerca uno de otro. Más importante que nos encarnemos en nuestra fantasía como Orihime o como Hikoboshi, las estrellas separadas de la constelación, es que nos escribamos pequeños deseos y los colguemos de los árboles o los pongamos a flotar sobre una hoja en el río. Suwa no lo acaba de ver claro. ¿Tú crees que eso bastará para sentirnos más cerca el uno del otro? Una fiesta tan típica como la de las Estrellas está muy bien cuando hay algo seguro detrás, pero mientras no logre llegar a ti me parecerá un gesto insuficiente, si no inútil. Las estrellas no se pueden poner en mi lugar ni en el tuyo. ¿Y si aprovechamos el revuelo de la fiesta para escapar de nuestras familias?, propone la muchacha. La mirada de Toyo destella una luz especial, pícara. Hagamos una cosa. Primero escribimos los deseos, como todo el mundo. Luego fingimos que los ponemos a merced de la corriente o en las ramas, y que todos nos vean en plena agitación. Pero los papeles nos los reservamos para nosotros. Después, como el pueblo entero estará pendiente del ajetreo, nos vamos hasta el recodo de los bambúes que hay junto al molino, y tú me lees el tuyo y yo te leo el mío. Suwa se siente impresionado por la ocurrencia de su amada. De pronto, la duda. Pero si estará a punto de caer la noche, ¿cómo podremos entonces leer lo escrito? Fácil, dice Toyo. Tú lees mi deseo en mis labios y yo leo tus anhelos en tu boca.
(La imaginación ayuda a superar obstáculos)
Cuando el amor se arraiga, poco importa lo que los padres digan, el amor sigue, y como en tu texto, los amantes se alían contra la naturalezas incluso, para seguir amando
ResponderEliminarUn gusto leerte. Un abrazo
Eso parece. El amor pasión desafía a partidarios y opositores de sus consecuencias.
EliminarAmanecer con un golpe de luz cálida.
Ella es mucho más decidida y realista.
ResponderEliminarSaludos.
Aunque el hombre exhiba más su ansia. Propiedades de mujer.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTu padre bien, pero sabía de sobra que la cabeza reclama y contiene. La cabeza exige pero también da la posibilidad de no ser exigente. Tampoco veo desafortunada la actitud de la niña Tú. Si no nos hubiésemos lanzado antes o después, ¿acaso seríamos más felices? Demos por bueno lo acontecido, fallos y errores incluidos y dejemos que los jóvenes japoneses del relato naveguen su propio río.
EliminarDe una manera u otra, cuando es verdadero, siempre el amor se impone por encima de cualquier inconveniente...
ResponderEliminarLinda historia. Saludos.
¿Y cuándo es verdadero? ¿Cuando es pasión? ¿Cuando es sorpresa? ¿Cuando es novedad? ¿Cuando es juvenil? Ah, la disputada verdad del amor. Amour, où est ta victoire?
EliminarQué razón tenía el padre de Emejota, todo está en la cabeza y ese amor juvenil crecerá como los juncos, siempre que se guarden los deseos recíprocos en sus cabezas.
ResponderEliminarMientras los juncos permanezcan inhiestos y arraigados...Por cierto esta mañana en mi paseo permitido me encontré con un lugar secreto ¡con juncos! Ganas dan de incorporarlo a algún relato, ja.
EliminarDespués de todo la escritura casa bien con el deseo, pero para la consumación sobran las palabras.
ResponderEliminarSí, acaso entonces, en ese momento, las palabras escritas pierden su torpeza, Anacanta.
EliminarEl deseo comienza con l imaginación...
ResponderEliminarProbablemente y es anterior a cualquier objeto (sujeto) de deseo.
EliminarPara el sentido práctico nunca será lo mismo una cosa que otra. De eso no hay dudas. Aunque la imaginación (casi) todo lo pueda.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Los inventos son efecto de una comprobación empírica, física. Pero sospecho que detrás late también una porción de imaginación desbordante que combina no solo datos sino riesgos azarosos. Busquemos aliados en todos los campos de la mente humana. Saludos.
EliminarLos amantes siempre encuentran maneras de expresarse sus sentimientos.
ResponderEliminarEl cuento está muy bien llevado.
Un beso
Supongo que sí, o con que uno tire del carro ya avanzará la carrera, ¿no? Aunque no se sepa bien el destino final.
EliminarGracias por interpretar.