(Óleo del Maestro de la Anunciación de los Pastores)
Recitaba una y otra vez los versos del poeta alemán. Oh, tú cuya ausencia trajo mis desdichas. El libro se resentía del tacto de sus manos. Nunca había podido entregárselo a la destinataria. Para él aquella poesía fue un descubrimiento que quería compartir. Cayó en su propia trampa. Nada es el amor si los amantes no participan de lo agradable que depara la vida, se decía. Oh, tú que hablabas por boca del Eros inequívoco. Y para él lo gratificante no era el mero deseo pasional o la aspiración a un amor que nunca le habría de corresponder o una profesión que acaba enajenando, sino la literatura. En ella veía el mundo a través de otros mundos que le ofrecían una variedad de territorios inalcanzables o de experiencias arriesgadas. Puestos a hacer ficción, elijo la que más posibilidades me da con el mínimo de daño, reconocía en sí mismo. Oh, tú que te revelaste para hacerme padecer. Pero aquel libro poemático, bien porque tuviera resonancia de sus vivencias frustradas, bien porque era un grito de dolor, se había convertido en un amuleto. Qué mejor talismán que las palabras hilvanadas por un poeta maldito, pensaba. Oh, tú que de la carne que tanto te anheló hiciste cenizas.
Leía de cabo a rabo el libro favorito y volvía a envolverlo cuidadosamente en el papel elegante, a la espera de hacérselo llegar a la mujer. Pero la mujer nunca acababa de llegar a él. La ausencia llevaba camino de la desesperanza y poco a poco del olvido. En ocasiones parecía que el libro perdería su cometido perpetuo de obsequio y desaparecería en un alejado anaquel de su biblioteca. Pero algo especial, acaso una asociación de ideas o un despertar súbito de madrugada o unas frases escuchadas en cercanía en la misma lengua que el libro suponían para él una revelación. Entonces interrumpía sus quehaceres y corría al mueble donde estaba guardado. Abría el cajón, cerraba la puerta, se sentaba bajo una luz tibia, casi melancólica, y se disponía a iniciar una nueva lectura.
Y entonces aquellas páginas le aportaban nueva luz. Donde la última vez él percibía tenebrosamente un amor imposible leía ahora una llegada entusiasta. Oh, tú que te aproximas para ser mi benefactora. O cuando había leído que el amor no solo es quebradizo entre personas sino que además embate contra el mundo y sus circunstancias, él hallaba ahora una manera de reencarnarse. Oh, tú que te negaste a destruir la esencia del hombre de bondad que hay en mí. Y cuando el poeta había relatado los tiempos afligidos que laceraron su vida ahora le parecía que el sentido aportaba un equilibrio que le compensaba con creces. Oh, tú que me elevas para elevarte. No daba crédito a que el libro, que tantas veces había leído con fruición rigurosa, pudiera ahora transmitirle un libro nuevo. Se quedó parado en la última página, perplejo, sin decidirse a cerrar el libro, como si temiera que al hacerlo los versos huyeran, ahora que había hallado por fin una lectura que le consolaba. Sin duda que la mujer está cerca y podré entregarle el hermoso poemario, llegó a pensar con entusiasmo infuso.
Cuando dejó el libro sobre la mesa se contempló los dedos untados de tinta y al olerlos le pareció que se confundían dentro de él dos poetas.
Quiero ese libro pero no lo tenían en las tiendas, ¿estará aquí? El amor de ese hombre es la frívola esperanza jugando con máscaras.
ResponderEliminarQuién sabe, Neeze dónde ande el libro. Tal vez la esperanza no sea tan frívola, sino una manera de sobrevivir.
Eliminares lo que tiene el juego de influencias
ResponderEliminarY de causa a efecto que uno mismo puede desarrollar.
EliminarMe gustó mucho tu narración, buscar en el libro, en sus poemas lo que no puede buscar en el mundo real.
ResponderEliminarSaludos.
En el mundo real se puede buscar, pero hallar es harina de otro costal. El libro, la imaginación, ayuda, pero ¿sustituye?
Eliminar"Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo." eso decía Borges.
ResponderEliminaren este caso aplicable al amor... a un libro.
un saludo
Borges siempre da en la diana, y más claro que él que amó tanto los libros no lo tenía nadie.
EliminarUn poeta maldito es aquél incapaz de trascender a sus palabras para permanecer siempre en el lugar del refinamiento...,
ResponderEliminarVaya, no se me hubiera ocurrido, pero me haces pensar en ello.
EliminarEl pobre llibre acabaria marejat de tant anar d'un lloc a l'altre...
ResponderEliminarEls dos poetes eren, qui va escriure els poemes i la persona a qui anaven dedicats!!!
Bona nit.
Mientras se maree el libro...lo curioso es que fuera el hombre quien lo adaptara a su propia vorágine. Pudieran ser esos dos poetas, o acaso más de dos.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLos libros suelen hablar de los autores, e incluso de lo más desconocido de ellos, pero nunca lo sabremos con precisión. Misterios de la literatura, o no.
EliminarCuántas veces un libro se nos ha hecho talismán y profético. Sus palabras son nuestras y nos dicen lo que necesitamos saber. Y a veces también las escribimos y reescribimos y nos maravillamos de que sean más vivas que nuestra propias vida.
ResponderEliminarA veces hay que escribir uno de esos libros para nuestra propia medida.
EliminarIngeniosa manera de alumbrar el amor a partir de los versos ajenos. Los libros encierran sorpresas que solo podemos descubrirlas adentrándonos en sus entrañas. Hermosa historia.
ResponderEliminarComo es la primera vez que paso por aquí, te comento que tienes una casa atractiva para la lectura. Gracias por tu visita.
Saludos
Somos lo ajeno, por más que nos creamos propios. Bienvenido a estos pagos.
EliminarMe ha encantado tu forma de escribir!
ResponderEliminarSeguramente el poeta era lector de sus propios pensamientos escritos por otro para ser usados en le momento oportuno por él, una cosa así a lo que sucede con os horóscopos, siempre se adaptan a nuestras necesidades porque son multiusos... uno necesita interpretar lo que lee de manera que satisfagan nuestras expectativas de lo que se auge necesitemos ene momento.
Pobrecito poeta y su amada sin saber si quiera que lo era;)
Un abrazo y mil gracias por ayudarme a encontrarte!
Una interpretación interesante que me hace pensar. Lo que leemos puede tener distintas direcciones, de ahí que dos lectores lean los textos de manera diferente (esto no depende solo de eso sino del propio punto vital, digamos, del lector) Sí, nos justificamos mucho y nos ratificamos en ello, con todo lo que solemos leer (o bien lo desechamos porque no lo vemos útil para nosotros mismos) Gracias a ti por comentar, María.
EliminarNo sos previsible...y eso es bueno.Hay mundos fantásticos detrás de tus relatos, me agrada transitarlos.
ResponderEliminarCada uno somos imprevisibles en la vida cotidiana, no solo para otros sino para nosotros mismos, y eso acaso sea lo hermoso de la vida, también lo misterioso, lo que rompa la monotonía, lo que nos haga mantenernos expectantes. Sigue transitando cuanto gustes. Y en La Dame.
EliminarAsí lo haré...Un saludo para vos! :)
ResponderEliminarGracias, M.A.O.
EliminarEncontrar rincones de buena lectura es gratificante.
ResponderEliminarNo creo que los poetas, en este caso, estén confundidos si que el lector puede tener otros ojos con los que leer.
Un placer ...
Nunca se sabe, pero cada cual tiene que prospectar los interlocutores que tenga dentro. Ídem.
EliminarNo son los versos los que cambian sino los ojos con los que se lee, como todo en la vida. Un placer Dame.
ResponderEliminarUno puede cambiar las lecturas como puede alterar la vida, pero siempre que se tengan claros los márgenes...Saludos.
EliminarQue buena simbiosis para transmitir los sentimientos de amor. Conforme leía y releía una y otra vez aquellos versos, la poesía se transformaba en secreto hablado y esta comunicación oculta hace al lector abrirse a una situación antes inaccesible. Es la música callada de unos versos que la razón desconoce.
ResponderEliminar¡Enhorabuena! por el blog y gracias por sumarte al mío.
Tal vez fuera el misterio de mantener en reserva un libro para ser entregado pero que nunca se entrega...
EliminarGracias por leer.